miércoles, 16 de marzo de 2016

El pelele: un rito de paso equinoccial

EL PELELE: UN RITO DE PASO EQUINOCCIAL

Con motivo de la publicación del disco de homenaje a Félix Collado Sánchez (1987) tuve la oportunidad de reflexionar sobre la circunstancia atípica de que en Tarancón se celebraran en una misma fecha las hogueras de San José y el manteo del pelele, formando ambos un mismo rito.
Las hogueras tienen una amplia representación en las tradiciones religiosas de todos los pueblos aunque su cronología es enormemente dispersa, el mismo Tarancón celebra con hogueras las vísperas de San José y de la Inmaculada; en toda Europa tienen gran importancia las hogueras de San Juan, ya citadas por Covarrubias en 1611, con las que se celebra, desde época prehistórica, la entrada del solsticio de verano, pero, sin duda alguna, el rito del fuego más universalmente conocido, por lo que tiene de atracción turística, es el de las fallas de Valencia con las que, modestamente, se emparentan las hogueras y peleles de Tarancón.
El pelele es un rito que en España aparece casi siempre unido a la Semana Santa como representación de Judas y símbolo de la traición que se debe castigar y desterrar, por eso en algunos pueblos, como Villares del Saz, es tradición que los mozos pugnen con las mozas para quitarles el pelele y desterrarlo del pueblo arrojándolo al río. En el caso de Tarancón, al desligarlo de la Semana Santa y unirlo a las hogueras de San José, debe representar otra cosa distinta: estamos ante un viejo ritual precristiano asumido por el cristianismo como liturgia popular a través de San José simbolizado con el fuego por su condición de carpintero.
Las hogueras y el pelele, aunque éste falte en algunas de ellas, son una tradición fuertemente arraigada en Tarancón, celebrándose de forma colectiva en las distintas barriadas.
Hoy día el asfaltado de las calles hace algo difícil cumplir con la costumbre y por eso las hogueras se ha desplazado hacia la periferia o solares sin construir donde no peligra el deterioro del pavimento; a veces, como hacen los del barrio de San Juan, se coloca una gruesa capa de arena para sobre ella hacer la hoguera. Paralelamente a las hogueras populares el gremio de carpinteros celebra a su santo patrón con dos candelabros encendidos a ambos lados del arco de la Malena la misma noche del 18 de Marzo.
Cuando las hogueras han perdido la llama las jóvenes mantean un pelele encima de los rescoldos cantando canciones que nos permiten comprender la verdadera dimensión antropológica del ritual.

El pelele es un ser grotesco objeto de burlas:
"El pelele está malo, que le daremos
agua de caracoles que cría cuernos".
El muñeco de trapos viejos y ropas de desperdicio es el 
símbolo de lo que se desea que desparezca:
"Sube, sube pelelito
ay, ay, ay, si te llegas a morir
Haremos un escalera
para subir a  por ti"
Del pelele hay que desprenderse sin esperar ganancia alguna:
"El pelele se vende la manta también
sacando "pa" un cuartillo arriba con él"
La figura masculina del pelele se asocia maritalmente con otra femenina no menos grotesca:
"La novia del pelele la legañosa
el pelele le dice cara de rosa"
Esta singular pareja no puede dar frutos ya que el pelele es estéril:
"Con el pelele, con el pelelao 
que se tienta lo suyo y lo tiene arrugao"

Como último parte del rito el pelele es arrojado a la hoguera para ser consumido por el fuego.
En todo cuanto hemos expuesto aparecen claros los siguientes elementos:
- La noche del 18 de marzo coincide con las vísperas de la primavera astronómica, finaliza el largo e infecundo invierno.
- El fuego es símbolo universal de la purificación (destruye lo que a él arrojamos) y fuente de vida (calor).
- El pelele es un grotesco, estéril que va a desaparecer consumido por el fuego para transformase en calor, en vida nueva.
Estos tres untos permiten intuir que lo que Tarancón celebra es la entrada de la primavera que es vida para animales y plantas (la hoguera) y pone en fin al maléfico y estéril invierno (el pelele), todo ello incrustado en su fe cristiana por medio del patriarca San José. Su función originaria era celebrar la llegada de la primavera conjurando a las fuerzas naturales y sobrenaturales para propiciar la fecundidad de los animales y los campos en una economía tradicionalmente ligada a la agricultura y ganadería.
Como ya hemos señalado anteriormente es muy universal la celebración del solsticio de verano con las hogueras de San Juan, pero no se encuentra la conmemoración del equinoccio de primavera con tanta claridad como se hace en Tarancón. Julio  Caro Baroja, al que recordábamos hace escasas fechas en estas páginas, recoge el testimonio del antropológo Schroeder que a principio de siglo contempló en Rusia una costumbre similar a la de Tarancón en la noche de San Juan; a pesar de las diferencias cronológicas se trata del mismo rito ya que si tenemos en cuenta las diferencias de latitud geográfica es fácil suponer que la entrada del verano en la estepa rusa no debe ser climáticamente muy diferente a la entrada de la primavera en la Mancha Alta.

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