miércoles, 13 de julio de 2016

CENTENARIO DEL PADRE JULIAN OCAÑA PEÑA

CENTENARIO DEL PADRE JULIAN OCAÑA PEÑA


Apuntes Biográficos
Nace el 17 de agosto de 1914, en la calle que la expansión urbana de Tarancón del siglo XVIII denominó como Nueva ahora dedicada a su ilustre hijo Padre Ocaña.
Cursó la primera enseñanza con un maestro sin titulación, el tío Pedro, conocido como “El cojo de la casilla”, por haberle amputado una pierna el tren y trabajar de vigilante en una casilla del ferrocarril, abuelo de Francisco López Antona.
En el Tarancón de la época la enseñanza primaria oficial convivía con personas particulares dedicadas a la docencia sin tener titulación, entre las que se hicieron célebres Pedro Antona “el cojo de la casilla” y “el manco” Constantino Pulgar.
Su pedagogía consistía en trabajar machaconamente las materias instrumentales (lectura, escritura y cálculo), de lo que nos da buena cuenta el padre Ocaña, cuando el 28 de enero de 1926 se incorporó al seminario salesiano y obtuvo el primer premio de lectura en su clase. Don José Ríus Zunón, que más tarde sería Inspector de Enseñanza Primaria hablo en tono elogioso de aquellas escuelas de maestros sin titulación, entre los que destaca al Cojo de la casilla.
Su interés por la religiosidad comenzó como monaguillo en el convento de Franciscanos Capuchinos, que antes de la guerra civil era un tiempo filial de la parroquia y después de la guerra fue cedido a los Franciscanos Conventuales. En el convento había una imagen de María Auxiliadora, especial vocación mariana de la congregación salesiano, de cuyo culto se encargaba doña Juliana Domínguez.
Cuando en 1924 se inauguró el Hospital de Santa Emilia, donación del doctor Lozano, bendecida por el Obispo Laplana y Guía, él estuvo presente en la ceremonia y los sacerdotes de la parroquia le encargaron que fuera acólito de dicho hospital, que contaba con capellán propio y estaba cerca de su domicilio.
Un buen día, acabada la misa del capellán, se presentaron en el hospital cuatro sacerdotes salesianos buscando la posibilidad de decir su misa diaria; les dieron permiso y el monaguillo Julián se prestó a ayudar en las cuatro misas seguidas, pues todavía no se había establecido la concelebración.
La idea de los salesianos era ponderar las posibilidades de establecerse en Riánsares. Es muy probable que la distancia entre el pueblo y el santuario les hiciera desistir de su intento, pues en la época era un problema, tanto para establecer un noviciado como para un centro de formación profesional. La orden salesiana tardaría unos cuarenta años en volver a Cuenca, con un colegio de enseñanza media, cuyas instalaciones ocupa hoy día la Universidad de Castilla La Mancha.
En aquellos instantes sintió el aprecio de los salesianos, especialmente de don Alejandro Baltaini, que le animó para que se fuera a hacer bachillerato al colegio de la orden en Carabanchel, al que se incorporó el 28 de enero de 1926 y al año siguiente, con un grupo de alumnos prevocacionales fue enviada al noviciado de Astudillo (Palencia), donde permaneció hasta el verano de 1927 que se trasladó al nuevo aspirantado del Paseo de Extremadura. Terminado este ciclo, el 4 de Octubre de 1930 pasa al noviciado de Mohernando (Guadalajara).
En Mohernando le sorprende la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, y la subsiguiente quema de iglesias y conventos. Los superiores se plantean dispensar a los novicios para evitarles peligros. Su padre, Francisco Ocaña, marchó rápidamente a Mohernando para comprobar la situación de su hijo y, de acuerdo con los salesianos, decidió hacerse cargo de cuatro conquenses y algunos madrileños para reintegrarlos a sus domicilios.
Al novicio Julián Ocaña se plantea abandonar o seguir los estudios salesianos. Si decide seguir debe reincorporarse rápidamente al noviciado, para no perder el curso y tener que repetir. Su madre, temerosa, le aconseja quedarse en casa, su padre se inclina porque sea el mismo quien decida, argumentando que “nunca pasará más de lo que Dios permita” decide volver a Mohernando.
El 12 de octubre de 1931 hace su primera profesión, cuando el Prefecto General ya había preparado una casa en Bélgica, por si la orden era dispersada o expulsada, como ya había ocurrido con los jesuitas.
Durante el curso 1930-31 prepara el noviciado y en el siguiente profesora en la orden salesiana realizando los estudios de Magisterio y Filosofía, incluidas tres años de prácticas en los colegios salesianos de La Coruña, Madrid y Salamanca.
Al empezar los estudios de teología explota la Guerra Civil y es asaltado el seminario de Carabanchel, en el momento en que él estaba impartiendo clase de música a los novicios. Detenido con todos sus compañeros de estudios y profesores se vio ante un pelotón de ejecución hasta que uno de los mandos gritó que no dispararán porque había que interrogarlos sobre la sublevación militar. Tras varios días detenidos un teniente Guardias de Asalto, sorteando el peligroso camino hacia Madrid, consiguió llevarlos a la Dirección General de Seguridad donde la misericordia de alguno de sus responsables los dejó en libertad para que buscaran refugio donde pudieran. Él logró llegar a casa de unos tíos suyos, en Madrid, allí estuvo varios días escondido hasta que llegó a rescatarlo su cuñado Francisco López Antona, con documentación preparada al efecto para que no fuera detenido en el viaje por ferrocarril a Tarancón.
En su libro de poemas “Como el Agua (Tarancón, 1991) hace una ofrenda a sus compañeros mártires que profesaron en la orden con él, el día 12 de octubre de 1931: “Segaron vuestras vidas en la flor de la vida,/ arrasaron con odio, un camino de amor./ El martirio fue sólo una puerta, hecha herida,/ por la que caminasteis a una vida mejor”.
Llegada a su pueblo se incorporó a la imprenta familiar que regentaba su cuñado Francisco López Antona, la histórica “imprenta Antona", hace pocos años desaparecida emblema de la tradición tipográfica de Tarancón.
En la imprenta aprendió el oficio de tipógrafo, se afilió a la correspondiente sección del sindicato de UGT, como todos los tipógrafos de Tarancón, y la secretaria del partido Comunista le facilitó, sin pedirlo, un carnet del partido, que en aquellos momentos era el mejor aval para circular libremente y sin peligro.
Movilizado con su quinta, en el año 37, se incorporó al ejército republicano en el servicio de transmisiones de la 16 División que luchaba en los estertores de la batalla del Jarama. En sus ratos libres se dedicaba a dar clase a los soldados analfabetos, lo que le valió ser destinado a las “Milicias Culturales”, como maestro auxiliar del ejército republicano.
Sucesivos traslados de su división lo llevaron a la batalla del Ebro y la postrera huida hasta la frontera francesa, que se negó a cruzar, siendo hecho prisionero por la división falangista “Flecha Azules”. Tras un periodo de instrucción lo destinaron al regimiento de caballería “Farnesio”, luego al “San Quintín” y finalmente al cuerpo castrense, aunque todavía no era presbítero, del hospital de sangre de Salamanca, donde tuvo muy poco trabajo ya que la mayoría de los ocupantes eran moros. Por ello decide dedicarse a dar clase en el colegio salesiano de María Auxiliadora.
Terminada la guerra civil finaliza sus estudios de teología y se ordena de presbítero el día 30 de mayo de 1942, celebrando su primera misa en Tarancón el 3 de junio del mismo año.
Tras una intensa vida de trabajo religioso y educativo, como se verá más adelante, en 1993 contrae una grave enfermedad de la que una breve recuperación le permitió volver a Tarancón y visitar Riánsares en 1994.
El 26 de noviembre de 1994 entregó su alma a Dios después de prestar un ejemplar servicio a la iglesia, a la educación, a la formación profesional y a la sociedad.


Educador y salesiano
Ordenado sacerdote es nombrado administrador del seminario de Astudillo y al año siguiente director del mismo establecimiento, cargo que compatibilizó con el de capellán de las Clarisas, Hijas de la Caridad y de la Adoración Nocturna, así como la de consiliario de la Asociación de Antiguos Alumnos.
Tres años más tarde es nombrado director del colegio salesiano de enseñanza media “María Auxiliadora”, en Salamanca, Delegado de la Federación de Amigos de la Enseñanza (FAE) por ese distrito universitario y miembro de la Sociedad Española de Pedagogía, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
En el año 1953 es trasladado a Madrid como rector de la Institución Sindical “Virgen de la Paloma”, que los sindicatos del régimen habían confiado a la orden salesiana por su tradición prestigio en la Formación Profesional. Permanece seis años en el cargo consiguiendo hacer del centro el más acreditado manantial de profesionales, en las distintas ramas laborales, donde la naciente industrialización española buscaba especialistas, aunque no hubieran terminado el ciclo formativo asignado a la profesión. El padre Ocaña era conocido en todo el ámbito empresarial y educativo, al mismo tiempo que gozaba del afecto de los miles de alumnos que frecuentaban las aulas de “La Paloma” y era estimado por el competente profesorado. Con la Logse el centro fue reconvertido en “Instituto de Educación Secundaria Virgen de la Paloma”.
La Institución Sindical Virgen de la Paloma no sólo fue un centro modélico en la Formación Profesional, también fue una referencia obligada en el nacimiento y desarrollo de la Psicología escolar y laboral, con el equipo que dirigía el doctor Secadas, que elaboró gran cantidad de material psicotécnico, introdujo matemáticas avanzadas en psicología y realizó numerosos estudios en el campo de la orientación de estudios y profesiones.
En el año 1959, al amparo de la Ley de Formación Profesional Industrial de 1955, la jerarquía eclesiástica toma el acuerdo de crear el Secretariado Nacional de Formación Profesional de la Iglesia, ya que son varios los institutos religiosos dedicados a este sector educativo, en el que la iglesia había sido precursora. Para la dirección del nuevo organismo eligen a don Julián Ocaña Peña, tanto por el mayor peso de su orden en este tipo de formación como por el indiscutible prestigio del rector del ”Virgen de la Paloma” y la cantidad y calidad de las enseñanzas que allí se impartían.
Cuando vio que la edad hacía mella en su capacidad de trabajo pidió el relevo en la dirección del Secretariado Nacional de Formación Profesional, aunque no pudo evadirse del campo al que estaba adscrito, pues sin transición cronológica fue nombrado Inspector General de Formación Profesional de la Iglesia, de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis.
Por su condición de director de “La Paloma” fue designado miembro del Comité Nacional de los Concursos de Formación Profesional y Artesana, que iniciaron su andadura en el año 1950. Hasta 1975 se habían convocado veintidós concursos, diez de ellos en España, siete de los cuales en la Institución Sindical Virgen de la Paloma. En todos estos certámenes internacionales participó como observador español, viajando a Alemania, Bélgica, Reino Unido, Irlanda, Italia, Japón, Portugal y Suiza. En virtud del mencionado cargo asistió a Muestras Didácticas, Coloquios y Seminarios  nacionales e internacionales de Formación Profesional.
En el año 1967 fue invitado al Congreso Interamericano de Educación Católica celebrado en Sal Salvador, circunstancia que aprovechó el Presidente de dicha República para pedirle opinión sobre la formación Profesional en la Escuela Superior del Ejército y las posibilidades de ampliación de las Escuelas Profesionales en la república hermana.
El mismo año 1958 es nombrado Consejero Nacional de Educación y dentro del Consejo, Secretario de la sección cuarta, dedicada a la Formación Profesional y Técnica, Asuntos Internacionales y Enseñanza Artística, cargo en el que permanecerá hasta 1975.
Desde 1968 coincidió en el Consejo con don Eugenio López y López, que siendo gobernador civil de Cuenca fue nombrado Director General de Enseñanza Primaria y tenía lazos familiares en Tarancón. Las circunstancias económicas de la época hacían difícil la creación de institutos de Enseñanza Media, que Tarancón había perdido en el año 1936. Desde el Consejo Nacional de Educación ambos estudiaron la forma de dar a Tarancón y comarca el deseado instituto, salvando los posibles obstáculos que se podían a presentar.  La solución ideada fue crear un Instituto Laboral, que impartiría esta rama de bachillerato, para luego transformarlo en instituto general de enseñanza media. Como recordarán los primeros alumnos matriculados en el primitivo centro, ahora “CEIP Gloria Fuertes”, su primer nombre fue “Instituto Laboral Francisco Ruiz Jarabo” y poseía una nave adosada, todavía perceptible exteriormente para la instalación de talleres de formación profesional.
En los Planes de Desarrollo, que inició el ministro López Rodó en la década de 1960, formó parte de las comisiones de Enseñanza Profesional y Técnica, Comisión Nacional de Promoción Educativa, Junta Central de Formación Profesional, Patronato de Igualdad de Oportunidades (PIO), Junta de Enseñanzas Náuticas, Patronato de Protección al Estudio, Comisión Evaluadora de la L.G. de E., Delegado español en la reuniones del Consejo de Europa, asistente al Coloquio Europeo sobre Formación Profesional celebrado en Alemania, Director del Centro Salesiano de Pastoral Juvenil, Director de la Casa Inspectorial y delegado en cuatro capítulos de la Orden Salesiana.
Honores y condecoraciones
En los primeros años de la década de los sesenta le fue concedida la Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio, que le fue impuesta en el homenaje que le tributó su pueblo de nacimiento, en unión del general Domínguez Catalán y el científico doctor Morcillo Rubio, los tres nombrados hijos predilectos de Tarancón.
-          Medalla Plata de la Juventud.
-          Medallas de Bronce de la Juventud, conmemorativas de los Concursos Internacionales de Formación Profesional.
-          Emblema de Oro del Patronato de Formación Profesional “San Valero” de Zaragoza.
-          Doctor Honoris Causa, en Ciencias de la Educación, por la Universidad Pontificia Salesiana de roma. Su lección magistral versó “La Formación Técnico-profesional en España a los 100 años de la visita de Don Bosco”.
Su obra educativa e idea pedagógicas:
Tanto el poder civil como el eclesiástico recurrían al salesiano don Julián Ocaña Peña para cuantos asuntos hacían referencia a la educación y, sobre todo, en relación con la formación Profesional. La llegada al ministerio de Educación, fue para él de incesante actividad con la preparación del célebre “Libro Blanco” la posterior Ley General de Educación y más tarde la puesta en marcha de su comisión evaluadora.
Desde mi visión personal, con 54 años de docencia en todos los niveles educativos, las numerosas leyes que he tenido que soportar y padecer, así como el conocimiento de la vida y obra de nuestro personaje, me permiten afirmar que la vida religiosa, civil y educativa del Padre Ocaña Peña encaja perfectamente con las dos premisas básicas que informaron El Libro Blanco previo a la Ley General de Educación de 1970:
a)      La educación es una inversión a largo plazo, de la que la sociedad debe sacar rendimientos.
b)      La educación debe ser un factor fundamental de integración social.
No cabe ninguna duda que la educación española, en general, y Tarancón, en particular, estarán en deuda permanente con este salesiano cuya humildad hacía brillar con más intensidad su personalidad; por donde asaba dejaba un destello imborrable de sonrisa, bondad y eficiencia.
Para el Padre Ocaña el basamento histórico del mundo obrero como centro de interés se encuentra Carlos Marx, León XIII y San Juan Bosco, el primero y el último prácticamente coincidentes en el tiempo. Desde un punto de vista teórico las corrientes de pensamiento se nutren del Manifiesto Comunista de Marx y de la encíclica Rerum Novarum de León XIII; en el orden práctico, para hacer frente al incipiente proceso de industrialización, la trayectoria la marcan las Escuelas Profesionales de San Juan Bosco.
Su pertenencia a la congregación de Don Bosco hacen de nuestro paisano un experto educativo eminentemente práctico para el que la teoría es un eslabón engarzado en una exigencia concreta. En su opinión la importancia de la Formación Profesional radica en que va dirigida a un sector social, “que lógicamente ha de ser el más numeroso de la sociedad y en el que está precisamente la clave de la productividad y del desarrollo de los pueblos, con la consiguiente repercusión en la paz y el bienestar social”. ¿Cuánto habrá políticos españoles capaces de darse cuenta de esta obviedad?
En el año 1960, siendo Secretario Nacional de Formación Profesional de la Iglesia, consciente de que las mujeres representan el 50% del género humano, toma la iniciativa de sondear a las empresas sobre las necesidades formativas de las mujeres que empleaban. El resultado fue desalentador, en algunos casos se decía que con que sepan firmar la nómina es suficiente, en otros las respuestas señalaban que cuanto menos instruidas menos conflictos.
Ante la atonía empresarial el padre Ocaña no se arredró y con un grupo de religiosas empezó a promocionar la Formación Profesional no reglada para la mujer. La iniciativa no fue estéril pues en el año 1986 se igualaba el número de mujeres y de hombres que cursaban Formación Profesional.
Un hombre encariñado de su pueblo
El padre Ocaña fue un hombre encariñado de su pueblo, al que venía siempre que tenía alguna ocasión. Aunque pasaba el tiempo en casa de su hermana y sus sobrinos, siempre visitaba a su numerosa familia desperdigada por los distintos barrios.
Personalmente lo encontré numerosas veces en la imprenta, ejercitando los más variados trabajos propios de la profesión, no por necesidad sino como vuelta a su orígenes familiares y de su orden religiosa; no olvidemos que una de las primeras enseñanzas profesionales de Don Bosco, en Turín, fue la imprenta.
Recuerdo cierta ocasión en que hablamos del “letuario” (conocido como arrope en otros pueblos) con los recuerdos y vencías que le hacían regresar a su niñez taranconera.
Por encargo del Ayuntamiento de Tarancón, el día 4 de octubre de 1988 pronunció la lección inaugural del curso escolar, en el salón de actos del antiguo Instituto de Bachillerato, que él contribuyó a recrear, en ese momento habilitado como colegio de E.G.B.
Cuando en sus notas biográficas recuerdo cómo el encuentro con los salesianos que vinieron a tantear las posibilidades de establecerse en el palacio santuario de Riánsares, fue similar al del príncipe Augusto Czartoryski con San Juan Bosco, para entrar en la Congregación Salesiana, aprovecha la circunstancia para decirnos que el beato Czartoryski era oriundo de Tarancón, como nieto de Fernando Muñoz y Sánchez, primer duque de Riánsares y constructor del palacio anejo a la Ermita.
Para terminar este breve esbozo tomamos las elocuentes palabras de su hermano de religión, el padre Florentino Merino: era un hombre de fe, se hacía querer por la gente, poseía una mentalidad abierta y se identificaba plenamente como sacerdote y salesiano.

Marino Poves Jiménez de la Real Academia Conquense de Artes y Letras.

Artículo que se puede encontrar en el libro de las Fiestas Patronales de Tarancón del Año 2014

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