miércoles, 31 de agosto de 2016

PREGÓN DE FIESTAS 2005

PREGÓN DE FIESTAS 2005


 Buenas noches, muy sinceras felicitaciones a quienes hoy representas a las diversas generaciones de Tarancón y muchísimas gracias a quienes habéis venido a compartir este acto que anuncia la inminente llegada de las Fiestas en honor de nuestra querida patrona la Virgen de Riánsares, que es, a no dudarlo, un elemento esencial en la unión y la identidad del pueblo de Tarancón, como reflejan las concentraciones populares y las emociones que consigue movilizar, así como el profundo arraigo que tiene en el corazón de quienes hemos nacido aquí, independientemente de nuestro compromiso religioso.
En el mío, como posiblemente en el vuestro, ese arraigo se fue desarrollando con historias de higueras y pastores, con novenas en la ermita de madrugada y canciones de salvación en novenarios parroquiales, de la mano de mi madre, desde muy niña. La tradicional despedida de Enero con mis padres, en la cuesta de la Bolita, y la preparación de la hoguera en familia cada 15 de Agosto, para recibir a la Virgen a su paso por la vega, debieron fortalecerlo más de lo que yo misma era capaz de intuir.
Ha sido un gran honor para mí haber recibido la propuesta del Señor Alcalde, en nombre de la Comisión de Fiestas, de hacerme cargo de pregonarlas en este años del Cuarto Centenario del Quijote, obra sobre la que tantas veces conversé con mi tía Carmen.
Un honor por múltiples razones, pero quiero destacar la esencial, la que me conmueve y me llena de orgullo, la que me hace sentir que, a pesar de ser una emigrante desde hace tantos años que prefiero no contarlos, se me sigue considerando como yo no he dejado de sentirme nunca, es decir, muy de aquí. Y esto me lleva a las palabras que justificaron mi aceptación: agradecimiento y sentido de obligada correspondencia por todo lo que aquí recibí, en diferentes momentos, desde muy diversos ámbitos y sectores.
No basta con nacer en un lugar para tener el sentido de permanencia. El mío, que efectivamente nací aquí y fui bautizad –y no metafórica, sino realmente con el agua del Caño Gordo, se forjó pausada y firmemente en el ámbito familiar, en profundas relaciones de amistad, en las experiencias de vida y de formación que Tarancón me ofreció –colegio, cuentos en el quiosco de Morritos, libros en El Noventa y Cinco, películas en el Teatro-Cinema Alcázar y en la propia distancia.
Del compromiso de mi familia paterna con Tarancón, que llegó aquí hacia 1870 –atraída posiblemente por la nostalgia del lugar de mi tatarabuela, la taranconera Paz de la Ossa- da cuenta el recuerdo popular que ha quedado de su hijo, mi bisabuelo Luis Fernández, quien recibió y transmitió a todos sus descendientes el apodo de Jabalera, que llevamos con tanto orgullo. Él levantó la Plaza de toros –hoy perdida como tantas otras arquitecturas que no supimos conservar-, luchó por conseguir un mercado estable y cerrado –medidas higiénicas- y fue el segundo de una saga de practicantes en Tarancón que ha continuado activa en la rama de su hijo Luis “El Bizco”, mote convertido en entrañable distintivo familiar –los bizcos- como tantos otros en nuestro pueblo, por la personalidad de quienes los llevaron. Aún lo recuerdo sacando de mis orejas infantiles caramelos y algunas monedillas, con sus mágicos dedos largos y finos, cuando me encontraba en Zapatería.
El recuerdo de mi abuelo Saturnino, tercero de la saga, por cuyas manos vieron las primeras luces más de 4000 taranconeros/as, decidisteis que permaneciera vivo dando su nombre a una de nuestras calles.
Mi padre, concejal en el equipo de Santiago Moya, acompañaba a una de las damas de honor de las Fiestas, hace exactamente 40 años, en un acto similar a este en el teatro Alcázar.
Podréis entender como me siento.
La familia de mi madre, los Valencia Algarra, como alguna de las vuestras, apostó por Tarancón en la postguerra y se implicó activamente en la vida económica y social, llegando a sentirse esencialmente de aquí aunque no renunciaron nunca a sus orígenes, como refleja el nombre que dieron a su negocio y que serviría para identificarlos popularmente: Los Parrillanos, apodo extendido a otros familiares y amigos que les siguieron en su viaje a Tarancón.
Los matrimonios, como en la mayoría de las sociedades rurales hasta mediados del siglo XX, se realizaron en la misma comunidad, enlazando con familias profunda raigambre tarancoenra (Martínez, García, Zacarías, Alcázar, Saceda, Pérez, Lozano, Domínguez, Díaz…) que fortalecieron la relación con el lugar.
Y lo más importante: con sus relaciones y comportamientos, consiguieron que sus descendientes no enraizáramos y desarrolláramos un alto concepto de la familia extensa –el valor de los parientes- que, al hilo de los nuevos tiempos, se ha ido ampliando con gente estupenda de otros lugares que siguen engrosando el censo de Tarancón.
Los apellidos de ambas familias me sirven para recordar, en estos tiempos de inmigración, el carácter multicultural de estas tierras conquenses, repobladas por castellanos viejos del norte –los Fernández, García, Martínez- pero con una base de población musulmana y judía, que decidió convertirse antes que emigrar en tiempos de Isabel I de Castilla, y cuyo recuerdo permanece en los apellidos identificables con lugares o con nombres de oficios –tan familiares para nosotros-, en el lenguaje, en algunos de nuestros platos más típicos y en las huellas que dejaron en los archivos de la Inquisición que organizara nuestro reconocido historiador y querido paisano Don Dimas Pérez. Sirvan como ejemplo de esa permanencia de las causas de Leonor González la Montora –juzgada por judaísmo en 495-, de Capurra la morisca –por hechicería en 1524- (los motes tienen una larga tradición, como podéis observar) o de Catalina Aparicio, por palabras contra la fe.
La mayor parte de los descendientes de ambas familias siguen aquí, trabajando y empujando a Tarancón con vosotros. No tengo ninguna duda de que la posición en que hoy me habéis colocado es deudora, en gran parte, del respeto y afecto que ambas familias han sabido crearse con su trajo, honestidad y buenas relaciones d vecindad; de los valores que, compartidos con vosotros me enseñaron con su ejemplo de vida, aunque me aseguréis que una conferencia mía en Tarancón haya sido la causa directa de esta invitación.
Mis recuerdos familiares de Fiestas van asociados ineludiblemente a la Misa Mayor y la procesión del día 8 –día de estreno de trajes-, a la charlotada del día 9 y la corrida del día 12 –difícil de olvidar la imagen de D. Álvaro y D. José Pola sentados sobre el burladero que había junto a la enfermería para atender prestos cualquier incidente-, a las vaquillas en la plaza del mercado –con el escándalo en las ventanas de las cámaras de la casa de mi abuelo, estratégicamente situada para el evento, con la tía Manolita, la tía Juliana, la Sabina, la colección de críos de mil familias que llegaban-, a los  puestos de regalos que inundaban de colores Zapatería, a los carruseles, las barcas, los coches de choque y los espectáculos populares en la plaza del antiguo Ayuntamiento, a los esperados regalos del día 12,… Y las Fiestas, siempre ligadas al grupo de amigas y amigos.
Las primeras relaciones de amistad nos enseñan a convivir con ellas aprendemos gran parte de las reglas de funcionamiento de las sociedades sin apenas dirección de los adultos. Yo las tuve excelentes: Ana Ruiz, Herminia Rius, Marisa Cañas – llegadas cada verano-; Carmita Bonilla, Mª Isabel Maldonado, Mª Candy Sanz, Isabel Imperial, Mercedes Cuesta….., fueron inseparables amigas a las que muy precozmente se irían añadiendo compañeros del otro sexo (Josemi Lozano, Puig, Pozo, Pepe Benito, Carlos, Ramón, Luis, Jesús, tantos otros…). Los fotógrafos ambulantes que llegaban en Fiestas – y más tarde el estudio de Mejías- dejaron recuerdo impreso de esta primera fase en sociedad.
Esas pandillas iniciales se irían ampliando con el tiempo (Marisa de la Osa, Pablo Monedero, Consuelo Loriente, Chema, Pili Polo, Carmen Irance y Philipe Hospitalier, Antonio…) y hoy disfruta con placer los reencuentros y, más frecuentemente, las tertulias con el dinámigo grupo del bar Antonio.
La amistad perdura más allá de la distancia que la vida nos impuso, como si el tiempo no hubiera pasado, y es uno d mis más valiosos patrimonios.
Los recuerdos juveniles de Fiestas van ligados a los galopeos –menos regados que ahora pero, como hoy un paso iniciático para tener la sensación de ser miembro de un grupo-, a los “Vermuts” del Casino Nuevo, los guateques en casa de Pepe Tena, Ramón Imperial o Félix Manuel, los paseos a Rumasa… Discutíamos mucho, y eso debió tener buenos efectos para entrenarnos en la argumentación y la capacidad de diálogo.
Esos años, que sin que apenas pudiéramos percibirlo estaban abriendo las puerta a una “nueva época”, ofreciendo a una parte de mi generación soñar con horizontes más amplios que a la que nos precedió, se han convertido en un referente para nuestra juventud, como refleja la Fiesta de los 60 que celebra con cierta devoción, y para la que todos los años revuelve nuestros baúles, ¿verdad María?
Obviamente, no todo era juego y fiesta. La escuela era una pieza esencial en nuestras vidas y el profesorado, altamente respetado por nuestros padres, tuvo un importante papel en la planificación de nuestro futuro. También en el mío. Siempre encontré en él el aval que apoyara mis deseos de seguir estudiando. Y tuve la fortuna de formar parte de un excelente equipo de compañeras, con muchas ganas de aprender (Pili Poves, Petri y Misi Fernández, Mary Campanero, Mila de la Ossa, Tita Torres, Pili Domínguez, Faustina Sellés, Elena Lucas, Alicia Martínez, Matilde Gómez, Remedios….), al que D. Julio González –de tan grato recuerdo para varias generaciones. Luchó por introducir en lenguas vivas y muertas y una profesora mercedaria (Sor Anunciación), algo atípica en sus métodos, consiguió despertar intelectualmente (tarea nada fácil como bien sabes quienes se dedican a la enseñanza), e incluso hacer brillar académicamente en el Instituto de Cuenca, a pesar de que los exámenes finales de todas las asignaturas se realizaban en una única y maratoniana jornada de 8 de la mañana a 6 de la tarde –y casi sin comer-. ¡Quién iba a imaginar, queridas compañeras, los aprobados por curso y las repescas de 5 evaluaciones que llegarían!!.
Las chicas siempre lo tuvimos algo más difícil que los chicos. Aun asumiendo que podíamos tener las mismas capacidades que ellos, no se tenía nada claro que se nos debieran dar las mismas opciones de futuro. Sin embargo, creo que mi rechazo de las limitaciones profesionales que algunos sectores  cercanos sugerían por el hecho de ser mujer –afortunadamente no compartidas por mis padres ni por mis abuelos- debió nacer en el profundo sentido de igualdad de responsabilidades entre hombres y mujeres que ofrecía el Tarancón de base agrícola y comercial de entonces. Mujeres en la escarda de las tierras, la siega, la trilla, la recogida de las legumbres, la uva y la aceituna; mujeres a rebuscar, a recoger lo que quedó de lo recogido para ayudar a la supervivencia familiar.
Y mujeres dirigiendo o gestionando, como hoy, numerosos negocios: Magdalena la modista y su taller de aprendizas, la tía Paula y su negocio de venta de cal, María la Alpargatera, las Bibianas, Juliana la Tomata, las “torteras” Máxima, Eulalia y Valentina, mi madre en el negocio familiar –en el de su padre y en el propio- … y tantas otras que, como he podido comprobar después en los archivos conquense de los siglos XV-XVIII, continuaban una tradición histórica de trabajo femenino que los libros de historia habían ignorado, como ignoraron las importantes tareas de parir, criar y cuidar, de gestión del ámbito doméstico que habían ejercido siempre. Un olvido que había contribuido a desvalorizar la función social de las mujeres y, con la ayuda de las leyes, a cerrarles opciones de futuro.
Mi interés por la historia de las mujeres quizá se explique más de lo que había imaginado en estos referentes de infancia, en la curiosidad que despertaba es Dª Inés de la Carrera que daba nombre a mi calle –mecenas de la educación, por cierto- y en ese ritmo lento que sólo las expertas –Paca la Chorretas, María la del torero, Ciri, entre otras- sabían enseñar: “Las mujeres a peseta y los hombres a dos reales y como se pongan tontos los vamos a dar de balde”.
El afán por conocer de las mujeres no es algo nuevo. Nuestro Quijote dejó buena huella y Tarancón puede presumir de haber sido cuna de Luisa Sigea humanista, poeta, maestra y dama de compañía en Casas Reales, una de las más importantes intelectuales de la Europa del Siglo XVI. No me cuesta imaginarla, junto a su hermana Ángeles –excelente música, aunque menos conocida- como se auto describiera Cristine de Pisa, dama de Corte y escritora como ella, en el comienzo de su obra La ciudad de las damas: “Sentada en mi cuarto de estudio, rodeada mi persona de los libros más dispares, según tengo costumbre…”.
Hoy, por fin, cientos de jóvenes taranconeras podrían hablar en estos términos y tienen abiertas como sus compañeros, todas las puertas profesionales.
Tampoco el compromiso político y social de las taranconeras es una característica exclusiva de nuestro tiempo. Joaquin Burgos, Csárea y Andrea García fueron encerradas en la Casa de Recogidas de Cuenca, el 16 de marzo de 1839, tiempos en que nuestro Fernando Muñoz bebía los vientos por Mª Cristina y con ella defendía el trono de la heredera Dª Isabel “por sublevación e incorporación a las filas del pretendiente y Cabrera”, es decir, por apoyar a los carlistas; en los años 20 del pasado siglo XX las mujeres de Tarancón tomaron la iniciativa en la protesta por la subida de los precios del pan y sufrieron la dura represión que aún queda en la memoria y reflejó en sus escritos otra taranconera por todos los poros de la que este años se cumple el centenario de su nacimiento la pintora María Rius Zunón.
Una estudiante de raíz taranconera Luchy Alonso, estaba entre las líderes del movimiento democrático universitario cuando yo llegué a la Universidad en 1968-1969. Hoy podemos felicitarnos de encontrar taranconeras en casi todas las instancias de la actividad política y esperamos que esa presencia se incremente cada día.
Pero retomemos el plan inicial:
Los veranos eran tiempos de retorno de familias que tenían aquí sus raíces. Y fue a través de esos retornos, y de las noticias y recuerdos de los que tardaron en poder volver, como aprendimos la nostalgia del lugar de origen. La familia Rius nos dio una de las mejores lecciones y nos regaló, en la distancia, un patrimonio cultural que desde hace años pasea con orgullo y apoyo popular el grupo al que mi hermano Mariano, miembro del mismo en sus orígenes, dio el afortunado nombre de Caño Gordo.
No han pasado tantos años, aunque hayan sido muy intensos, desde el período que estoy evocando 1955-1965. Los cambios políticos, económicos, en la organización social, en el comer y el vestir, en las posibilidades de comunicación…. Hacen sentir todo aquellos demasiado lejano y, quizá demasiado ajeno, al menos a las jóvenes generaciones.
Tienes razón en la primera; afortunadamente su mundo, nuestro mundo actual, es absolutamente otro. Pero deben saber que ese cambio tan profundo, y en tan breve tiempo desde una perspectiva histórica, no ha sido fruto del azar sino de la actividad, el esfuerzo, el trabajo, la colaboración y la generosidad de muchas personas que pensaron mejores futuros para sus pueblos. En esa tarea tuvieron un papel esencial los sueños, sueños de libertad, de igualdad, de justicia social, de progreso… sueños que no habrían sido posibles sin las ideas que favorecen el estudio, la reflexión, el debate, la tolerancia y la planificación conjunta de un modelo social de futuro.
Y quizá es conveniente que lo recordemos y se lo recordemos más frecuentemente a nuestros jóvenes; que les ayudemos a ser conscientes de que la democracia es una conquista que hay que defender y que se puede mejorar. Las conductas y valores que vean en su entorno serán fundamentales para conformar su propio compromiso social. De ahí la responsabilidad que tenemos la familia, el profesorado, la clase política y los medios de comunicación con nuestras conductas o nuestros discursos, y la necesidad de que les marquemos límites claros que les orienten en las normas básicas para una pacífica y responsable convivencia social. No debemos olvidar que “la educación es la vacuna contra la violencia” (Edward James) y quizá debamos repensar a qué estamos llamando hoy educación.
Es hora de acabar y quiero hacerlo con algunas invitaciones una especialmente dirigida a la generación que aún está en las aulas: disfrutad mucho las fiestas, recuperad tradiciones y ciudad bien este pueblo que es vuestro y que un día tendréis que dirigir. Vuestra formación es nuestra mejor garantía de futuro. Aprovechad todas las opciones, estudiad y aprended a disfrutar con el conocimiento, que, no lo dudéis, os podrá proporcionar enormes placeres a lo lardo de toda la vida y, en un mundo cada vez más competitivo, o abrirá mayores opciones de futuro. Y cuando necesitéis tomar otros caminos, espero que sintáis lo que poéticamente expresara, respecto a Fernando Muñoz, D. Luis Ríus: “Va a dejar Tarancón/pero se lo lleva entero/en el fondo de su ser/, y en el de su pensamiento….”. así seréis nuestra mejor embajada, como hoy lo son numerosos taranconeros y taranconeras desde la docencia, la empresa, la gestión pública, la medicina, la abogacía, la tauromaquia o el deporte, entre otras actividades.
Otras a nuestras autoridades y a la comunidad taranconera: Tarancón está en una fase de crecimiento, muy esperanzador, como centro industrial, de comunicaciones y de servicios. No olvidemos que no sólo de pan viven los pueblos. Sigamos haciendo pueblo y favorezcamos procesos de integración, tarea en la que tendrán que ayudarnos, muy especialmente, quiénes, procedentes de otros lugares, decidan proyectar con nosotros su futuro Tarancón siempre ha sido buen receptor, como he demostrado con mis dos familias.
No es el momento  ni soy la persona más adecuada para hacer sugerencias, pero me gustaría apostar por dos aspectos clave:
1.- No perdamos la sensibilidad por la salud medio-ambiental, con todo lo que ello implica de defensa del papel de la naturaleza en el ámbito urbano: cuidemos nuestras calles y nuestros recientes parques y ampliemos la oferta de espacios verdes. Que no tengan que decir de Tarancón lo que una Rosalía de Castro, transida de dolor, dijera de Castilla: “Ni árboles que te den sombra/ni sombra que preste aliento;/llanura y siempre llanura; desierto y siempre desierto” –que hoy podríamos emular en “cemento y siempre cemento”-.
2.- Apoyemos el crecimiento de ofertas culturales a las diversas generaciones optimizando el uso de los espacios que se han puesto en marcha en los últimos años (Auditorio, Casa de Parada…), a las que creo que habría que sumar una ampliación de la Biblioteca Pública para dar respuesta a la gran cantidad de estudiantes e investigadores que ya tiene Tarancón y que se incrementan cada día.
Y en esto debemos implicarnos toda la ciudadanía, ya que las iniciativas, públicas o privadas, necesitan del impulso y apoyo popular para tener continuidad.
Y por último, una invitación colectiva, la que se me ha encomendado:
En nombre del señor Alcalde, se hace saber que entre el 7 y el 13 de Septiembre se celebran en Tarancón las Fiestas y Feria en honor de Nuestra Patrona, la Virgen de Riánsares, y se invita a paisanos y paisanas, forasteras y forasteros a participar en ellas con alegría, generosidad, tolerancia, sentido común y esa pizca de locura que estas celebraciones precisan.
Podrán participar en galopeos, dianas y pasacalles, bailes y corridas de toros, competiciones, juegos y torillos de fuego, comidas populares y espectáculos musicales, así como compartir charla y buenos alimentos en bares, restaurantes, casinos y peñas. Esperamos que llenes de murmullos, bullicio y alegría las calles, bares y comercios de Tarancón, que no se encierren en peñas y cercas más de lo pereciso para que todo el mundo que nos visite –y quienes no pueden salir de casa- sientan que Tarancón está en Fiestas y disfruten con nosotros. Dejen bicicletas, motos y coches en estado de descanso, que son días de andar por nuestras calles haciendo vecindad.

¡¡¡Muy felices fiestas 2005!!!
Muchas gracias.
Tarancón
30 de Agosto de 2005


Artículo que se encuentra reflejado en el Programa de Fiestas de Tarancón
Año 2006

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