PREGÓN DE FIESTAS
2005
Buenas noches, muy sinceras felicitaciones a quienes hoy representas a las diversas generaciones de Tarancón y muchísimas gracias a quienes habéis venido a compartir este acto que anuncia la inminente llegada de las Fiestas en honor de nuestra querida patrona la Virgen de Riánsares, que es, a no dudarlo, un elemento esencial en la unión y la identidad del pueblo de Tarancón, como reflejan las concentraciones populares y las emociones que consigue movilizar, así como el profundo arraigo que tiene en el corazón de quienes hemos nacido aquí, independientemente de nuestro compromiso religioso.
En el mío, como posiblemente en
el vuestro, ese arraigo se fue desarrollando con historias de higueras y
pastores, con novenas en la ermita de madrugada y canciones de salvación en
novenarios parroquiales, de la mano de mi madre, desde muy niña. La tradicional
despedida de Enero con mis padres, en la cuesta de la Bolita, y la preparación de la hoguera en familia cada 15 de
Agosto, para recibir a la Virgen a su paso por la vega, debieron fortalecerlo
más de lo que yo misma era capaz de intuir.
Ha sido un gran honor para mí
haber recibido la propuesta del Señor Alcalde, en nombre de la Comisión de
Fiestas, de hacerme cargo de pregonarlas en este años del Cuarto Centenario del
Quijote, obra sobre la que tantas veces conversé con mi tía Carmen.
Un honor por múltiples razones,
pero quiero destacar la esencial, la que me conmueve y me llena de orgullo, la
que me hace sentir que, a pesar de ser una emigrante desde hace tantos años que
prefiero no contarlos, se me sigue considerando como yo no he dejado de
sentirme nunca, es decir, muy de aquí. Y esto me lleva a las palabras que
justificaron mi aceptación: agradecimiento y sentido de obligada
correspondencia por todo lo que aquí recibí, en diferentes momentos, desde muy
diversos ámbitos y sectores.
No basta con nacer en un lugar
para tener el sentido de permanencia. El mío, que efectivamente nací aquí y fui
bautizad –y no metafórica, sino
realmente con el agua del Caño Gordo, se forjó pausada y firmemente en el
ámbito familiar, en profundas relaciones de amistad, en las experiencias de
vida y de formación que Tarancón me ofreció –colegio, cuentos en el quiosco de
Morritos, libros en El Noventa y Cinco, películas en el Teatro-Cinema Alcázar y
en la propia distancia.
Del compromiso de mi familia
paterna con Tarancón, que llegó aquí hacia 1870 –atraída posiblemente por la
nostalgia del lugar de mi tatarabuela, la taranconera Paz de la Ossa- da cuenta
el recuerdo popular que ha quedado de su hijo, mi bisabuelo Luis Fernández,
quien recibió y transmitió a todos sus descendientes el apodo de Jabalera, que llevamos con tanto
orgullo. Él levantó la Plaza de toros –hoy perdida como tantas otras
arquitecturas que no supimos conservar-, luchó por conseguir un mercado estable
y cerrado –medidas higiénicas- y fue el segundo de una saga de practicantes en
Tarancón que ha continuado activa en la rama de su hijo Luis “El Bizco”, mote
convertido en entrañable distintivo familiar –los bizcos- como tantos otros en nuestro pueblo, por la
personalidad de quienes los llevaron. Aún lo recuerdo sacando de mis orejas
infantiles caramelos y algunas monedillas, con sus mágicos dedos largos y
finos, cuando me encontraba en Zapatería.
El recuerdo de mi abuelo
Saturnino, tercero de la saga, por cuyas manos vieron las primeras luces más de
4000 taranconeros/as, decidisteis que permaneciera vivo dando su nombre a una
de nuestras calles.
Mi padre, concejal en el equipo
de Santiago Moya, acompañaba a una de las damas de honor de las Fiestas, hace
exactamente 40 años, en un acto similar a este en el teatro Alcázar.
Podréis entender como me siento.
La familia de mi madre, los
Valencia Algarra, como alguna de las vuestras, apostó por Tarancón en la
postguerra y se implicó activamente en la vida económica y social, llegando a
sentirse esencialmente de aquí aunque no renunciaron nunca a sus orígenes, como
refleja el nombre que dieron a su negocio y que serviría para identificarlos
popularmente: Los Parrillanos, apodo
extendido a otros familiares y amigos que les siguieron en su viaje a Tarancón.
Los matrimonios, como en la
mayoría de las sociedades rurales hasta mediados del siglo XX, se realizaron en
la misma comunidad, enlazando con familias profunda raigambre tarancoenra
(Martínez, García, Zacarías, Alcázar, Saceda, Pérez, Lozano, Domínguez, Díaz…)
que fortalecieron la relación con el lugar.
Y lo más importante: con sus
relaciones y comportamientos, consiguieron que sus descendientes no
enraizáramos y desarrolláramos un alto concepto de la familia extensa –el valor
de los parientes- que, al hilo de los nuevos tiempos, se ha ido ampliando con
gente estupenda de otros lugares que siguen engrosando el censo de Tarancón.
Los apellidos de ambas familias
me sirven para recordar, en estos tiempos de inmigración, el carácter
multicultural de estas tierras conquenses, repobladas por castellanos viejos
del norte –los Fernández, García, Martínez- pero con una base de población
musulmana y judía, que decidió convertirse antes que emigrar en tiempos de
Isabel I de Castilla, y cuyo recuerdo permanece en los apellidos identificables
con lugares o con nombres de oficios –tan familiares para nosotros-, en el
lenguaje, en algunos de nuestros platos más típicos y en las huellas que
dejaron en los archivos de la Inquisición que organizara nuestro reconocido
historiador y querido paisano Don Dimas Pérez. Sirvan como ejemplo de esa
permanencia de las causas de Leonor González la Montora –juzgada por judaísmo
en 495-, de Capurra la morisca –por
hechicería en 1524- (los motes tienen una larga tradición, como podéis
observar) o de Catalina Aparicio, por palabras contra la fe.
La mayor parte de los
descendientes de ambas familias siguen aquí, trabajando y empujando a Tarancón
con vosotros. No tengo ninguna duda de que la posición en que hoy me habéis
colocado es deudora, en gran parte, del respeto y afecto que ambas familias han
sabido crearse con su trajo, honestidad y buenas relaciones d vecindad; de los
valores que, compartidos con vosotros me enseñaron con su ejemplo de vida,
aunque me aseguréis que una conferencia mía en Tarancón haya sido la causa
directa de esta invitación.
Mis recuerdos familiares de
Fiestas van asociados ineludiblemente a la Misa Mayor y la procesión del día 8
–día de estreno de trajes-, a la charlotada del día 9 y la corrida del día 12
–difícil de olvidar la imagen de D. Álvaro y D. José Pola sentados sobre el
burladero que había junto a la enfermería para atender prestos cualquier
incidente-, a las vaquillas en la plaza del mercado –con el escándalo en las
ventanas de las cámaras de la casa de mi abuelo, estratégicamente situada para
el evento, con la tía Manolita, la tía Juliana, la Sabina, la colección de
críos de mil familias que llegaban-, a los
puestos de regalos que inundaban de colores Zapatería, a los carruseles,
las barcas, los coches de choque y los espectáculos populares en la plaza del
antiguo Ayuntamiento, a los esperados regalos del día 12,… Y las Fiestas,
siempre ligadas al grupo de amigas y amigos.
Las primeras relaciones de
amistad nos enseñan a convivir con ellas aprendemos gran parte de las reglas de
funcionamiento de las sociedades sin apenas dirección de los adultos. Yo las
tuve excelentes: Ana Ruiz, Herminia Rius, Marisa Cañas – llegadas cada verano-;
Carmita Bonilla, Mª Isabel Maldonado, Mª Candy Sanz, Isabel Imperial, Mercedes
Cuesta….., fueron inseparables amigas a las que muy precozmente se irían
añadiendo compañeros del otro sexo (Josemi Lozano, Puig, Pozo, Pepe Benito,
Carlos, Ramón, Luis, Jesús, tantos otros…). Los fotógrafos ambulantes que
llegaban en Fiestas – y más tarde el estudio de Mejías- dejaron recuerdo
impreso de esta primera fase en sociedad.
Esas pandillas iniciales se irían
ampliando con el tiempo (Marisa de la Osa, Pablo Monedero, Consuelo Loriente,
Chema, Pili Polo, Carmen Irance y Philipe Hospitalier, Antonio…) y hoy disfruta
con placer los reencuentros y, más frecuentemente, las tertulias con el
dinámigo grupo del bar Antonio.
La amistad perdura más allá de la
distancia que la vida nos impuso, como si el tiempo no hubiera pasado, y es uno
d mis más valiosos patrimonios.
Los recuerdos juveniles de
Fiestas van ligados a los galopeos –menos regados que ahora pero, como hoy un
paso iniciático para tener la sensación de ser miembro de un grupo-, a los
“Vermuts” del Casino Nuevo, los guateques en casa de Pepe Tena, Ramón Imperial
o Félix Manuel, los paseos a Rumasa… Discutíamos mucho, y eso debió tener
buenos efectos para entrenarnos en la argumentación y la capacidad de diálogo.
Esos años, que sin que apenas
pudiéramos percibirlo estaban abriendo las puerta a una “nueva época”,
ofreciendo a una parte de mi generación soñar con horizontes más amplios que a
la que nos precedió, se han convertido en un referente para nuestra juventud,
como refleja la Fiesta de los 60 que celebra con cierta devoción, y para la que
todos los años revuelve nuestros baúles, ¿verdad María?
Obviamente, no todo era juego y
fiesta. La escuela era una pieza esencial en nuestras vidas y el profesorado,
altamente respetado por nuestros padres, tuvo un importante papel en la
planificación de nuestro futuro. También en el mío. Siempre encontré en él el
aval que apoyara mis deseos de seguir estudiando. Y tuve la fortuna de formar
parte de un excelente equipo de compañeras, con muchas ganas de aprender (Pili
Poves, Petri y Misi Fernández, Mary Campanero, Mila de la Ossa, Tita Torres,
Pili Domínguez, Faustina Sellés, Elena Lucas, Alicia Martínez, Matilde Gómez,
Remedios….), al que D. Julio González –de tan grato recuerdo para varias
generaciones. Luchó por introducir en lenguas vivas y muertas y una profesora
mercedaria (Sor Anunciación), algo atípica en sus métodos, consiguió despertar
intelectualmente (tarea nada fácil como bien sabes quienes se dedican a la
enseñanza), e incluso hacer brillar académicamente en el Instituto de Cuenca, a
pesar de que los exámenes finales de todas las asignaturas se realizaban en una
única y maratoniana jornada de 8 de la mañana a 6 de la tarde –y casi sin
comer-. ¡Quién iba a imaginar, queridas compañeras, los aprobados por curso y
las repescas de 5 evaluaciones que llegarían!!.
Las chicas siempre lo tuvimos
algo más difícil que los chicos. Aun asumiendo que podíamos tener las mismas
capacidades que ellos, no se tenía nada claro que se nos debieran dar las
mismas opciones de futuro. Sin embargo, creo que mi rechazo de las limitaciones
profesionales que algunos sectores
cercanos sugerían por el hecho de ser mujer –afortunadamente no
compartidas por mis padres ni por mis abuelos- debió nacer en el profundo
sentido de igualdad de responsabilidades entre hombres y mujeres que ofrecía el
Tarancón de base agrícola y comercial de entonces. Mujeres en la escarda de las
tierras, la siega, la trilla, la recogida de las legumbres, la uva y la aceituna;
mujeres a rebuscar, a recoger lo que quedó de lo recogido para ayudar a la
supervivencia familiar.
Y mujeres dirigiendo o
gestionando, como hoy, numerosos negocios: Magdalena la modista y su taller de
aprendizas, la tía Paula y su negocio de venta de cal, María la Alpargatera,
las Bibianas, Juliana la Tomata, las “torteras” Máxima, Eulalia y Valentina, mi
madre en el negocio familiar –en el de su padre y en el propio- … y tantas
otras que, como he podido comprobar después en los archivos conquense de los
siglos XV-XVIII, continuaban una tradición histórica de trabajo femenino que
los libros de historia habían ignorado, como ignoraron las importantes tareas
de parir, criar y cuidar, de gestión del ámbito doméstico que habían ejercido
siempre. Un olvido que había contribuido a desvalorizar la función social de
las mujeres y, con la ayuda de las leyes, a cerrarles opciones de futuro.
Mi interés por la historia de las
mujeres quizá se explique más de lo que había imaginado en estos referentes de
infancia, en la curiosidad que despertaba es Dª Inés de la Carrera que daba
nombre a mi calle –mecenas de la educación, por cierto- y en ese ritmo lento
que sólo las expertas –Paca la Chorretas, María la del torero, Ciri, entre
otras- sabían enseñar: “Las mujeres a peseta y los hombres a dos reales y como
se pongan tontos los vamos a dar de balde”.
El afán por conocer de las
mujeres no es algo nuevo. Nuestro Quijote dejó buena huella y Tarancón puede
presumir de haber sido cuna de Luisa Sigea humanista, poeta, maestra y dama de
compañía en Casas Reales, una de las más importantes intelectuales de la Europa
del Siglo XVI. No me cuesta imaginarla, junto a su hermana Ángeles –excelente
música, aunque menos conocida- como se auto describiera Cristine de Pisa, dama
de Corte y escritora como ella, en el comienzo de su obra La ciudad de las damas: “Sentada en mi cuarto de estudio, rodeada
mi persona de los libros más dispares, según tengo costumbre…”.
Hoy, por fin, cientos de jóvenes
taranconeras podrían hablar en estos términos y tienen abiertas como sus
compañeros, todas las puertas profesionales.
Tampoco el compromiso político y
social de las taranconeras es una característica exclusiva de nuestro tiempo.
Joaquin Burgos, Csárea y Andrea García fueron encerradas en la Casa de Recogidas
de Cuenca, el 16 de marzo de 1839, tiempos en que nuestro Fernando Muñoz bebía
los vientos por Mª Cristina y con ella defendía el trono de la heredera Dª
Isabel “por sublevación e incorporación a las filas del pretendiente y
Cabrera”, es decir, por apoyar a los carlistas; en los años 20 del pasado siglo
XX las mujeres de Tarancón tomaron la iniciativa en la protesta por la subida
de los precios del pan y sufrieron la dura represión que aún queda en la
memoria y reflejó en sus escritos otra taranconera por todos los poros de la
que este años se cumple el centenario de su nacimiento la pintora María Rius
Zunón.
Una estudiante de raíz
taranconera Luchy Alonso, estaba entre las líderes del movimiento democrático
universitario cuando yo llegué a la Universidad en 1968-1969. Hoy podemos
felicitarnos de encontrar taranconeras en casi todas las instancias de la
actividad política y esperamos que esa presencia se incremente cada día.
Pero retomemos el plan inicial:
Los veranos eran tiempos de
retorno de familias que tenían aquí sus raíces. Y fue a través de esos
retornos, y de las noticias y recuerdos de los que tardaron en poder volver,
como aprendimos la nostalgia del lugar de origen. La familia Rius nos dio una
de las mejores lecciones y nos regaló, en la distancia, un patrimonio cultural
que desde hace años pasea con orgullo y apoyo popular el grupo al que mi
hermano Mariano, miembro del mismo en sus orígenes, dio el afortunado nombre de
Caño Gordo.
No han pasado tantos años, aunque
hayan sido muy intensos, desde el período que estoy evocando 1955-1965. Los
cambios políticos, económicos, en la organización social, en el comer y el
vestir, en las posibilidades de comunicación…. Hacen sentir todo aquellos
demasiado lejano y, quizá demasiado ajeno, al menos a las jóvenes generaciones.
Tienes razón en la primera;
afortunadamente su mundo, nuestro mundo actual, es absolutamente otro. Pero
deben saber que ese cambio tan profundo, y en tan breve tiempo desde una
perspectiva histórica, no ha sido fruto del azar sino de la actividad, el
esfuerzo, el trabajo, la colaboración y la generosidad de muchas personas que
pensaron mejores futuros para sus pueblos. En esa tarea tuvieron un papel
esencial los sueños, sueños de libertad, de igualdad, de justicia social, de
progreso… sueños que no habrían sido posibles sin las ideas que favorecen el
estudio, la reflexión, el debate, la tolerancia y la planificación conjunta de
un modelo social de futuro.
Y quizá es conveniente que lo
recordemos y se lo recordemos más frecuentemente a nuestros jóvenes; que les
ayudemos a ser conscientes de que la democracia es una conquista que hay que
defender y que se puede mejorar. Las conductas y valores que vean en su entorno
serán fundamentales para conformar su propio compromiso social. De ahí la
responsabilidad que tenemos la familia, el profesorado, la clase política y los
medios de comunicación con nuestras conductas o nuestros discursos, y la
necesidad de que les marquemos límites claros que les orienten en las normas
básicas para una pacífica y responsable convivencia social. No debemos olvidar
que “la educación es la vacuna contra la violencia” (Edward James) y quizá
debamos repensar a qué estamos llamando hoy educación.
Es hora de acabar y quiero
hacerlo con algunas invitaciones una especialmente dirigida a la generación que
aún está en las aulas: disfrutad mucho las fiestas, recuperad tradiciones y
ciudad bien este pueblo que es vuestro y que un día tendréis que dirigir.
Vuestra formación es nuestra mejor garantía de futuro. Aprovechad todas las
opciones, estudiad y aprended a disfrutar con el conocimiento, que, no lo
dudéis, os podrá proporcionar enormes placeres a lo lardo de toda la vida y, en
un mundo cada vez más competitivo, o abrirá mayores opciones de futuro. Y
cuando necesitéis tomar otros caminos, espero que sintáis lo que poéticamente
expresara, respecto a Fernando Muñoz, D. Luis Ríus: “Va a dejar Tarancón/pero
se lo lleva entero/en el fondo de su ser/, y en el de su pensamiento….”. así
seréis nuestra mejor embajada, como hoy lo son numerosos taranconeros y
taranconeras desde la docencia, la empresa, la gestión pública, la medicina, la
abogacía, la tauromaquia o el deporte, entre otras actividades.
Otras a nuestras autoridades y a
la comunidad taranconera: Tarancón está en una fase de crecimiento, muy
esperanzador, como centro industrial, de comunicaciones y de servicios. No
olvidemos que no sólo de pan viven los pueblos. Sigamos haciendo pueblo y
favorezcamos procesos de integración, tarea en la que tendrán que ayudarnos,
muy especialmente, quiénes, procedentes de otros lugares, decidan proyectar con
nosotros su futuro Tarancón siempre ha sido buen receptor, como he demostrado
con mis dos familias.
No es el momento ni soy la persona más adecuada para hacer
sugerencias, pero me gustaría apostar por dos aspectos clave:
1.- No perdamos la sensibilidad
por la salud medio-ambiental, con todo lo que ello implica de defensa del papel
de la naturaleza en el ámbito urbano: cuidemos nuestras calles y nuestros
recientes parques y ampliemos la oferta de espacios verdes. Que no tengan que
decir de Tarancón lo que una Rosalía de Castro, transida de dolor, dijera de
Castilla: “Ni árboles que te den sombra/ni sombra que preste aliento;/llanura y
siempre llanura; desierto y siempre desierto” –que hoy podríamos emular en
“cemento y siempre cemento”-.
2.- Apoyemos el crecimiento de
ofertas culturales a las diversas generaciones optimizando el uso de los
espacios que se han puesto en marcha en los últimos años (Auditorio, Casa de
Parada…), a las que creo que habría que sumar una ampliación de la Biblioteca
Pública para dar respuesta a la gran cantidad de estudiantes e investigadores
que ya tiene Tarancón y que se incrementan cada día.
Y en esto debemos implicarnos
toda la ciudadanía, ya que las iniciativas, públicas o privadas, necesitan del
impulso y apoyo popular para tener continuidad.
Y por último, una invitación
colectiva, la que se me ha encomendado:
En nombre del señor Alcalde, se
hace saber que entre el 7 y el 13 de Septiembre se celebran en Tarancón las
Fiestas y Feria en honor de Nuestra Patrona, la Virgen de Riánsares, y se
invita a paisanos y paisanas, forasteras y forasteros a participar en ellas con
alegría, generosidad, tolerancia, sentido común y esa pizca de locura que estas
celebraciones precisan.
Podrán participar en galopeos,
dianas y pasacalles, bailes y corridas de toros, competiciones, juegos y
torillos de fuego, comidas populares y espectáculos musicales, así como
compartir charla y buenos alimentos en bares, restaurantes, casinos y peñas.
Esperamos que llenes de murmullos, bullicio y alegría las calles, bares y
comercios de Tarancón, que no se encierren en peñas y cercas más de lo pereciso
para que todo el mundo que nos visite –y quienes no pueden salir de casa-
sientan que Tarancón está en Fiestas y disfruten con nosotros. Dejen
bicicletas, motos y coches en estado de descanso, que son días de andar por
nuestras calles haciendo vecindad.
¡¡¡Muy felices fiestas 2005!!!
Muchas gracias.
Tarancón
30 de Agosto de 2005
Artículo que se encuentra reflejado en el Programa de Fiestas de
Tarancón
Año 2006
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