PREGÓN DE FIESTAS
2004
Pregón ofrecido por Francisco Fernández-Avilés Diaz
Excelentísimo Sr. Alcalde,
miembros de la Corporación Municipal, Reina y Damas de Honor, Parejas Infantil
y de la Tercera Edad, autoridades, familiares y amigos, taranconeras y
taranconeros:
Buenas noches a todos y
bienvenidos a este pregón de Fiestas de 2004 en honor a nuestra querida Patrona
la Virgen de Riánsares.
En primer lugar, quiero dar las
gracias a nuestro Alcalde por sus palabras y expresarle mi agradecimiento, a él
y a todos los miembros de la Corporación Municipal, por el inmenso honor que
supone el haber sido elegido pregonero. Sin pecar de falsa modestia, tengo que
deciros que sé muy bien que hay otras muchas personas, nacidas en este pueblo o
relacionadas con él , con más méritos que yo para desempeñar este papel; lo que
indica que, aunque vengo mucho menos de lo que me gustaría a esta tierra, hay
en ella gente que me quiere. También a ellos quiero darles las gracias, y
decirles que, aun sabiendo que exageran en su valoración de mi persona, me
siento muy feliz contar con su confianza y su cariño.
Como podéis imaginar, estos días
de atrás he leído con bastante detalle los pregones de quienes me han precedido
en años anteriores. He aprendido muchas cosas, pero hay algo que me ha llamado
mucho la atención: en casi todos ellos, lo primero que hace el pregonero es
mencionar la alta responsabilidad que se siente cuando un empieza a darse
cuenta de que se va acercando este momento y tiene que dirigirse a sus paisanos
de este atril. Yo también he sentido y siento ahora esa misma sensación, que yo
definiría como agridulce, ay que es una mezcla de enorme satisfacción por el
placer y el honor de estar aquí y de temor a defraudaros.
En relación con esto quiero
contaros que estos días de atrás he hablado varias veces del pregón con mi primo
Luis, que me ha ayudado bastante a prepararlo:
“¿cómo lo llevas? –me preguntaba él-.
“¡acongojadito!” –u otra cosa parecida, contestaba yo-.
“¡que tontería”!, tu estás acostumbrado a hablar en público” –replicaba
Luis-.
“No es lo mismo” –terminaba yo-.
Realmente no es lo mismo. Es
cierto que paso más de la mitad de mi trabajo hablando frente de auditorios
generalmente numerosos, pero no es lo mismo hablar sobre temas técnicos o
científicos para un auditorio técnico o científico que habar de la vida de este
pueblo frente a quienes viven aquí y han tenido la generosidad de elegirte para
el pregón. Por eso, os confieso que me he sentido bastante abrumado por esta
responsabilidad, …hasta que me di cuenta de cuál debía ser clave de mi pregón,
que es la de siempre en mi vida: EL CORAZÓN. Me paso la vida hablando DEL
CORAZÓN, pero no temáis, hoy no voy a hablar del corazón, lo que quiero decir
es que hoy me voy a dirigir a todos vosotros CON EL CORAZÓN.
Yo creo que hablar CON EL CORAZÓN
significa hablar con sentimiento de los sentimientos; y el primer sentimiento
que yo os quiero trasmitir esta noche es que, aunque no he tenido la suerte de
nacer en este pueblo, me siento profundamente taranconero. Es cierto que no he
sido bautizado con el agua del Caño. Pero no es menos cierto que quien os habla
aquí y ahora no soy exactamente yo, sino la representación de una estirpe que,
generación tras generación, se ha sentido y se siente parte de esta tierra, a
la que adora con toda su alma.
¿Quién nos iba a decir a los sastres,
que tal día como hoy íbamos a tener la oportunidad de trasmitir públicamente
nuestro orgullo de pertenecer a este sitio y de daros a todos las gracias por
tantas cosas?
¿Quién se lo iba a decir a los
que parece que se han ido y que sin duda están aquí hoy? ¿Quién os lo iba decir
a todos vosotros, sastres jóvenes y menos jóvenes, que habéis acudido hoy a
este recinto a oíros en mi boca?
Y, sobre todo, quién te lo iba a
decir a ti CONSUELO, que, con tus flamantes 8 años, vuelves a mirarme ahora con
la misma sonrisa y con los mismos ojos brillantes de emoción con los que me has
ido contando tantas veces las cosas de tu querido pueblo, hasta hacerlo mío:
Las mezclas de historia y de
leyenda que me contabas a tu manera, con ese deje de aquí que nunca has perdido:
desde los orígenes romanos de Tarancón hasta la explosión del polvorín; pasando
por las gestas del rey Recaredo, curado y protegido en las batallas por la
Virgen de Riánsares; y por tantos relatos que yo te hacía repetir mil veces:
como esa tradición deliciosa sobre la aparición de la nuestra Patrona al pastor
desde la higuera, indicándole dónde quería ser venerada y, cómo no, la historia
del apuesto y hábil soldado taranconero que, tras recoger el pañuelo de la
Reina María Cristina, se convirtió en Duque de Riánsares y protagonizó uno de
los episodios de amor y poder más fascinantes de la historia de España.
Las cosas de tu vida y la de
nuestros en este pueblo, que tanto te emocionaban: las aventuras y los dichos
de tu abuelo Jesús, las coplas y refranes de aquí, los Bailes de Carnaval de
entonces, la máquina de hacer fideos que sirvió para salir adelante en los
malos tiempos y el recuerdo de personajes como Don Saturnino el Comadrón y toda
la familia de los Jabaleras, los Alcázar, los Ayllón, Luis el Carpintero, Don
Castor y tantos otros tan entrañables para nosotros.
Y, finalmente, ¿quién me iba a
decir a mí que un día iba a poder dirigirme a todos vosotros para agradeceros
públicamente lo mucho que han supuesto para mí este pueblo y su gente?
Dejadme que lo explique:
De
niño, Tarancón era el paraíso donde tantas veces pude escapar para esconderme
de la dureza de aquellos tiempos.
Recuerdo la alegría con la que
recibíamos en Madrid a Tomás el Ordinario, con su traje de dril azul. El
Ordinario, no sólo nos traía casi todas las semanas los borrachos, los
“mantecaos”, las tortas o las morcillas, que nos mandaba la tía Esperanza.
Traía también el sabor y el olor de nuestro pueblo, y un mensaje de alegría que
me recordaba que ya quedaba menos para las próximas Navidades o el siguiente
verano.
Y por fin llegaba el momento,
antes de que el Auto-Res parase ya veíamos la figura infalible del tío Paco
esperando en la puerta del Bar Descanso.
Luego venía la inolvidable
sonrisa y el saludo siempre cariñoso de Angelito desde la barra y el abrazo
entrañable de su madre, María, en su despacho de borrachos y tortas. Y, a
partir de ese momento, empezaba un periodo más de esperada felicidad para ese
niño, que venía del Puente de Vallecas y que guardará siempre como un tesoro
los recuerdos de aquellos días:
El quiosco de la Tía Morritos, a
donde íbamos a comprar golosinas o tabaco para los mayores.
La Espiga de Oro, a donde nos
mandaba a comprar el pan.
La tienda de la tía Parraguilla,
junto a casa, con esas impresionantes cajas redondas llenas de sardinas
saladas, que aplastábamos con la puerta y sabía a gloria.
El Colmao de los Claveles, en la
calle del Grillo, donde nos obsequiaba el tío Paco con algún aperitivo de vez
en cuando.
La Plaza del Antiguo
Ayuntamiento, con el quiosco de la música, la churrería y, en fiestas, los
coches eléctricos del Tío Tragaduros, las barcas, la ola y los tenderetes con
berenjenas y esas gambas minúsculas en cucuruchos de papel de estraza, también
riquísimos.
El cine de Don José María y, sobre
todo el cine de verano del Tío Mea, donde veíamos año tras año “El Litri y su
Sombra”, y siempre nos parecía diferente.
La Sastrería de mi familia. La
alegría con la que Luis y yo repartíamos los trajes a los clientes a cambio de
una propinilla, o ayudábamos apuntando en el probador, mojando entretelas o
picando solapas. La bondad de Tomás el planchista y la gracia de las oficialas:
la Engracia, Mari la Chicharrilla, Carmen la Chaqueta, y la Julia Mis
Castillejo, entre otras. Nunca olvidaré el cariño con el que nos trataban.
El Día de los Santos, en el que
estrenábamos el gabán si se podría y nos poníamos perdidos de barro, y que se
ha convertido con el tiempo en el día tradicional de reunión de nuestra
desperdigada familia.
La procesión de la Virgen, pasando
por la calle Zapatería el 8 de septiembre, el 15 de agosto, cuando viene de la
Ermita, o el 28 de enero cuando se la despide desde la Cuesta de la Bolita. La
inolvidable mirada de veneración con la que mi madre seguía el paso de la
imagen, y el orgullo con el que yo depositaba en el cepillo de las andas el
pequeño donativo que ella siempre llevaba preparado.
Y, finalmente, los juegos
interminables con los amigos en el recinto de la Ermita, en la Calle de la
Estación, en la era, en la casa de los Carboneros, en las cámaras del
pellejero, en los enormes almacenes de pipas de Sócrates, y en tantos otros
sitios. Con Jesusito García “Socratillos”, Miguelito Alcázar, Toño Puig, y un
largo etcétera de chavales alegres, que siempre perdonaron generosamente mis torpezas
y temores de niño d asfalto. Y especialmente contigo, Luis: siempre peleando,
siempre discutiendo, tu del Atleti y yo del Madrid, tu del Cordobés y yo del
Viti, y así todo el tiempo, pero siempre inseparables y siempre deseando volver
a estar juntos de nuevo.
No es de extrañar, por tato, que
después de esta época infantil, mi juventud despertase mucho más intensamente
en este sitio que en ningún otro. A Tarancón pertenecen mis primeros
cigarrillos, mis primeras copas y mis primeros bailes en los guateuqes de la
Casa de la Juventud, en las verbenas y en el casino, hasta que se abrió la
discoteca Xandro’s. Aunque sin ningún éxito, también fue en Tarancón donde
quise tener mis primeros amores. Participé feliz en muchos “galopeos”, y esperé
al amanecer muchas veces rodeado de taranconeros entrañables, como Josemi
Lozano, Manolo Fronce, Toño Puig, Miguelito Alcázar, Miguel Angel Torres,
Pulpón, Mariano, Maribel, Enrique y su mujer, mi buen amigo Josean, y tantos
otros.
Todo ello me llena de gratitud y
me da la oportunidad de intentar transmitiros esta noche un triple mensaje de
orgullo, ilusión y alegría.
Primero un mensaje de orgullo,
por el valor de esta tierra y de su gente. Sin ninguna duda, el mayor mérito de
Tarancón han sido siempre sus personas. Quizás por esa situación envidiable
entre Madrid y el mar, esta tierra ha ido forjando al lo largo de tiempo en sus
habitantes una forma de ser esforzada y emprendedora, abierta y generosa. Capaz
de disfrutar de la vida y de prospera a pesar de todo tipo de dificultades; de
configurar un sitio seguro y atractivo para vivir; de crear riqueza; de ejercer
un fuerte liderazgo fuera y dentro de la tierra de campos tan diferentes como
las actividades empresariales y comerciales, la política, la defensa, las artes,
la educación o la ciencia. Todo ello merece un sentimiento de orgullo que no
sólo sentís lícitamente vosotros, sino que se contagia también a los que
tenemos algo que ver con este pueblo y que todos debemos propagar. Por favor,
presumid siempre sin complejos de Tarancón. Tenéis motivos.
En segundo lugar, un mensaje de
ilusión, porque en los últimos años el esfuerzo y la forma de ser de los
taranconeros se ha materializado en una situación envidiable desde todos los
puntos de vista, la que permite enfrentarse a los retos del futuro con una alta
probabilidad de éxito.
A lo mejor desde dentro no lo
habéis notado tanto. Pero, para mí, que vengo a Tarancón de vez en cuando,
resulta impresionante ver cómo ha mejorado últimamente la ciudad. Con sus
espacios de ocio; con sus parques; con la impresionante recuperación del
patrimonios histórico que se ha conseguido recientemente; con las actividades
lúdicas y culturales que tienen lugar a lo largo de todo el año; y con las
excelentes dotaciones asistenciales de las que disfrutáis, entre las que quiero
destacar el próximo Centro de Especialidades Médicas, Tarancón se configura
como una ciudad de bienestar: culta, segura y agradable, que resultará cada vez
más atractiva para vivir, no sólo para vosotros sino para gente del entrono más
próximo, que buscará aquí esa mezcla de paz y progreso que ahora le falta.
Además, su envidiable situación
geográfica dentro de la región y en el eje Madrid-Valencia; las excelentes
comunicaciones actuales y las que están previstos a corto plazo; los polígonos
y otros impresionantes esfuerzos en infraestructura que se ha realizado
recientemente; y el carácter siempre emprendedor de los empresarios
taranconeros, derivarán sin duda en una intensa expansión comercial e
industrial. Todo ello es ilusionante, porque dibuja, con todo realismo, a una
ciudad europea, abierta, moderna, agradable y próspera, a la que yo le pido
esta noche que apueste fuertemente por el bienestar y progreso en todos los
campos manteniendo la mentalidad abierta y el espíritu acogedor típico de los
taranconeros. Por favor, ayudad a los vuestros a prosperad y acoged, cómo sólo
vosotros sabéis, a todos aquellos que deseen venir a ayudaros a mantener y
reforzar la riqueza y el bienestar de esta tierra, que van a ser muchos. Sin caer
nunca en esas distinciones artificiales e injustas entre ciudadanos que tanto
retroceso y tanto dolor están produciendo en otros sitios de España.
Y, por último, un mensaje de
alegría, porque son las fiestas y ha llegado el merecido momento de disfrutar a
tope de todo lo que han preparado para nosotros nuestras querida Patrona y
nuestro Alcalde.
Sed todo lo felices que podáis
estos días, y dejadme acabar este pregón dándoos las gracias otra vez por el
inmenso honor que nos habéis hecho a los sastres esta noche, y pidiéndoos que
gritéis fuertemente conmigo:
¡¡VIVA LA VIRGEN DE
RIÁNSARES!!
¡¡VIVA TARANCÓN!!
¡¡Gracias y Felices
Fiestas!!
Artículo que se encuentra reflejado en el Programa de Fiestas Patronales de Tarancón
Año 2005
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