domingo, 24 de julio de 2016

PREGÓN DE FIESTAS Y FERIA TARANCÓN 1999

PREGÓN DE FIESTAS Y FERIA TARANCÓN 1999

RIÁNSARES MUÑOZ OLIVAS

Riánsares Muñoz Olivas, Doctora en Ciencias Químicas por la Universidad de Burdeos, es la única mujer (hasta el momento) pregonera de las Fiestas en honor a Nuestra Patrona la Virgen de Riánsares.
Dada su juventud, plasma en su pregón, la frescura y dinamismo de las fiestas, descubriendo una nueva forma de interpretarlas.
Taranconeros y taranconeras, buenas noches. Quisiera también dar la bienvenida a quienes nos visitan y agradeceros a todos que estéis aquí esta noche.
Tengo que confesaros, que de todo lo que han dicho de mi Jesús y Mari Carmen, lo fundamental, lo que figura a la cabeza de mi currículum, mi principal seña de identidad es que me llamo Riánsares Muñoz Olivas y que he nacido en Tarancón.
Y este es mi mayor orgullo:
-          Orgullo de llevar el nombre de nuestra Patrona.
-          Orgullo de llevar unos apellidos que indican mi ascendencia taranconera.
-          Orgullo de haber nacido en Tarancón.
Como dice el romancero de Luis Rius:
Me siento Taranconera,
me hallare donde me hallare
que no es de persona honrada
el negar donde se nace.
Quizá hubo personas que se sorprendieron al saber de mi nombramiento como pregonera de las Fiestas de este año. Os confieso que yo fui la primera en sorprenderme cuando la Comisión de Festejos se dirigió a mí para pedirme que anunciara, en esta noche de Agosto, los días festivos que dentro de una semana llegarán nuestras calles de luces y alegría.
Considero acertada la costumbre de que el pregonero sea una persona nacida o vinculada con el pueblo. Se establece así una mayor conexión entre el orador y el público; el contenido es más cercano e identificable por la gente y, en mi caso, me ha permitido ser la pregonera en esta ocasión.
Este honor que se me hace rompe por partida doble con otra de las costumbres que hasta ahora se habían seguido en el momento de designar al pregonero: siempre hombres, y todos de reconocido prestigio y extensas vivencias. Yo soy la primera y la última pregonera de este siglo. Ojalá que el año próximo, ya en el tercer milenio, sea de nuevo una mujer la que anuncie las fiestas.
Durante siglos, la mujer ha sido principalmente ama de su casa, la que gobernaba puertas adentro, la que cumplía con la difícil tarea de cuidar a los hijos. Pero en este siglo, las mujeres hemos sabido conquistar con paciencia, día a día, ese territorio que era domino casi exclusivo de los hombres. Nunca antes nuestro pueblo ha contado con tanta y tan buena participación femenina en la sociedad. Por ello, es para mí una gran satisfacción representaros a todas vosotras, a las que trabajáis y a las que estudiáis, a las mujeres de las que habla nuestro paisano Rius:
Al ama de casa
que hace y deshace
ata y desata
la que cuece y amasa
que de todo pasa
las morcillas de San Roque
gala de Taranconera
las de San Isidro y las Quiterias
las de San Juan y la parte nueva
No podéis ni imaginar la de veces que he tenido el placer de ejercer de embajadora de nuestro pueblo por llamarme Riánsares, ni en cuántas dependencias, ventanillas, oficinas y aeropuertos me han preguntado “Este nombre, ¿es inglés, gallego, vasco,…?” Y en todas esas ocasiones he respondido acercándome a vosotros, a pesar de la lejanía, que mi nombre procede de un pueblo de la Mancha,
Donde todo es íntimo y sencillo
natural y tierno,
con aire sano de campo
que no le hace mal a nadie,
la parla de los labriegos
madura de gracia grave
que llaman al Pan pan
y al Vino vino
que no son malos manjares

De un pueblo al que se refieren muchos Títulos de Nobleza pero que no superan la nobleza de sus gentes:
Rostrollano, Castillejo, Muñoz,
La Deshilla, Arboleda,
Riánsares, El Retamoso,
Tarancón y como ofrenda
La Alborada, Del Recuerdo
Vista Alegre y La Isabela
 Este honor que se me hace rompe por partida doble con otra de las costumbres que hasta ahora se habían seguido en el momento de designar al pregonero: siempre hombres, y todos de reconocido prestigio y extensas vivencias.

 De un pueblo que honra y se honra de venerar a su Virgen, cuya ermita se encuentra junto a un río que en otro tiempo estuvo lleno de ánsares de los que tomó el nombre: RIÁNSARES.
Y que cada 15 de Agosto
entre faroles y cirios
gloria de los de las cuevas
acompañando a la Virgen
fue a pie descalzo a una reina
y junto a la reina descalza
mocitas taranconeras.

Ya que recordar es la única forma de revivir el tiempo pasado, permitidme compartir con todos vosotros algunos de mis recuerdos de la Fiestas de otros años.
El primero se lo quiero dedicar al galopeo de cada 7 de Septiembre. Después de habernos reunido en el patio de El Villanueva, nos dirigíamos a la plaza del Ayuntamiento para oír el chupinazo. Ese momento daba paso a siete días de alegría colectiva, que cambiaban por completo nuestras vidas.
Durante tres o cuatro horas galopeábamos por las calles, desde la plaza del Ayuntamiento hasta la calle de la Estación, entre charangas, música, baile y sudor gritando “AGUA, AGUA”! bajo el balcón de La Tibur y tantos otros. Galopear es el paso obligado de todo taranconero para dejar atrás la niñez.
Las peñas, con sus uniformes y desfiles, daban el toque de color al pueblo y recordaban al forastero que en Tarancón sus gentes estaban de fiesta. Los socios de “El Mosto, El Blusón, La Herradura y El Porrón”, peñas emblemáticas y algunas ya desaparecidas, vivían y nos hacían vivir unos días inolvidables.
¡Cómo  no recordar también la Feria? La Ola, atracción que recordarán varias generaciones por ser una de las primeras; los Coches de Choque donde chicos y chicas empezábamos nuestros flirteos; el Barco Pirata, el Pulpo y muchas otras atracciones que iban cambiando de año en año: cada vez más modernas y más numerosas, lo que obligaba a desplazar el recinto ferial.

No se sabe por qué extraña reacción química, estas Fiestas despiertan júbilo, afecto, devoción y benevolencia en la gente del pueblo.

 Así, de la Plaza del Mercado, mi primer recuerdo, pasó al solar de la Leganesa, en Miguel de Cervantes y luego enfrente del Teatro Alcázar (tristemente desaparecido), hasta llegar a su ubicación actual, donde lleva ya instalada varios años. En cada uno de estos cambios la feria iba creciendo a la par que lo hacía Tarancón.
Así pasábamos las tardes y, por la noche, llegaba la tradicional suelta de torillos de fuego que en todos nosotros despertaba una mezcla de temor y expectación.
Permitidme que recuerde de manera especial, aunque sea brevemente, a mi padre, llevándome de la mano y protegiéndome de las alocadas carreras de la gente, de las carretillas, las caídas…
Y después del torillo, llegaban las actuaciones musicales.
Nuestras conversaciones de los últimos días de Agosto, cuando se sentía y a la proximidad de la Fiesta, giraban en torno a esto. ¿Sabéis quién bien este año? A quien más y a quien menos, a todos nos picaba el gusanillo de saber si veríamos en directo a nuestro grupo preferido.
Duda que se disipaba cuando llegaba a casa el programa de fiestas, al que le correspondía y corresponde la doble tarea de informar con detalle de los actos y celebraciones y, al mismo tiempo, de ofrecer unas pinceladas de nuestra historia y actualidad, nuestros mitos y costumbres, nuestras devociones y emociones.
Me consta que en muchas casas de Tarancón se guardan en los estantes de las librerías para releer cuando apetece. Y es que, en realidad, son pequeños libros, bien editados, con su emblemática portada de Lozano y la habitual colección de artículos, poemas, imágenes y noticias. Una mezcla curiosa y entrañable de anuario y revista cultural.
Quiero aprovechar este momento para renovar públicamente el compromiso que todos tenemos de que estas tradiciones no se pierdan y que la amplia oferta de parques temáticos y similares no nos hagan olvidar algo tan nuestro como son: Las Fiestas Patronales de los pueblos.
No se sabe por qué extraña reacción química, estas Fiestas despiertan júbilo, afecto, devoción y benevolencia en la gente del pueblo. Sentimientos nobles bien conocidos, que afloran especialmente en estas fechas.

 En mi vida, he sido testigo de importantes cambios. Entre el Tarancón de hace 25 años y el que despide este siglo media un abismo.
  
Sin duda, habréis oído, en alguna ocasión la frase “Hay química entre nosotros” lo que significa sentirse bien con alguien. Esto sitúa a la química en buen lugar pues es signo, cuando menos, del comienzo de una amistad.
Pero la química es también patito feo de las ciencias. Una frase como “Esto tiene química”, lleva implícita un significado de artificial, dañino, en ocasiones, destructivo. Esto no siempre es así pues gracias a ella y a la ciencia en general, existe el progreso.
Pero también quiero aclarar que no sólo al científico hay que atribuirle los avances, sino también los audaces, a los que se arriesgan en nuevas empresas y proyectos.
En mi vida, he sido testigo de importantes cambios. Entre el Tarancón de hace 25 años y el que despide este siglo media un abismo: las mejoras tecnológicas en la agricultura, el importante desarrollo industrial, la puesta en funcionamiento de medios de comunicación propios, y el haberse convertido nuestra ciudad en un hito importante de la Autovía de Levante.
A todos os aliento para que sigamos avanzando a paso firme por esta senda, sin olvidarnos de respetar el medio-ambiente, ya muy dañado por el hombre. Desgraciadamente, no faltan ejemplos de este deterioro: el cambio climático, que convierte los humedales en desiertos; el agujero de la capa de ozono, barrera que nos protege de las radiaciones dañinas del sol; la desaparición de selvas y bosques, únicos pulmones del planeta,… Si la naturaleza está enferma, nosotros con ella, pues vivimos en simbiosis.
Como dijo Leonardo da Vinci: La naturaleza nunca quebranta sus propias leyes. No lo hagamos tampoco nosotros.
No es nuestro pueblo conocido precisamente por encontrarse en ningún paraje natural de especial interés: no está situado a los pies de los Pirineos, ni en las proximidades de ningún Doñana. Pero también los olivares, los viñedos, los campos de girasoles, los trigales merecen ser cuidados, del mismo modo que los parques de La Cuesta de la Bolita, de la Barriada de San Roque, de la Piscina, etc. Estos espacios verdes, donde juegan los más pequeños yse reúnen los menos jóvenes, hacen nuestro entorno más digno y agradable.
Es digna de admirar la tarea desempeñada en la recuperación del paraje natural La Hontanilla, como lugar de esparcimiento y recreo, y la preservación de su aspecto original: el lavadero, los pilones, la fuente. También la campaña de limpieza de los Caños Grande y Chico ha servido para el barrio vuelva a ser como antaño.
La Pradera de la Ermita merece mención especial. Según recoge en uno de sus libros Don Dimas, ilustre pregonero: Don Juan Manuel, en el siglo XIV, ya escribió sobre las numerosas aves que poblaban los márgenes del río Riánsares: las garzas de morada, las pardas, las ramas, los ánades y sus hermanos de raza, los ánsares, aves estas últimas, que aún siendo acuáticas se contentan con pequeñas corrientes y charcas de agua donde remojarse un poco escondiendo sus nidadas entre hierbajos y cañaverales.
Asumamos el resto de hacer posible que el Riánsares recobre su pasado paisaje como inicio de la construcción de un Tarancón más verde.
Ecología y medio-ambiente no están reñidos con desarrollo. Por eso, me dirijo a las autoridades para pedirles que construyan un Tarancón de labores y esperanzas.
Ahora que ya se acercan
Las funciones de la Virgen y hay que honrar
Como es de buenos cristianos
Tan grande festividad

Quiero acabar invitándoos a todos a la Fiesta; a que os adueñéis en armonía de las calles y que las peñas forméis una piña; a que levantéis la voz conmigo y que digamos todos juntos:
FELICES FIESTAS.
Muchas gracias.

Artículo que se puede encontrar en el Programa de Fiestas Patronales de Tarancón
Año 2000

viernes, 22 de julio de 2016

PREGÓN DE FIESTAS Y FERIAS DE TARANCÓN 1998

PREGÓN DE FIESTAS Y FERIAS DE TARANCÓN 1998


JOSÉ DOMINGUEZ GARCÍA DE LA PLAZA

Taranconeros todos. Familiares, amigos y amigas.
Muchas gracias a la Comisión de Festejos del Excelentísimo Ayuntamiento de Tarancón por haberme nombrado pregonero.
Ignoro qué desconocidos méritos han podido ver en mí para moverles a tomar tal decisión.
Esto hace aún mayor mi agradecimiento. Y me siento muy feliz aquí, junto a la representación de los niños y los mayores, delegada en las dos parejas elegidas, así como entre estas hermosas jóvenes, la Reina de las fiestas y sus Damas de Honor, que simbolizan la belleza de la mujer taranconera.
Cuando se me propuso hacer el pregón de las Fiestas y Ferias del presenta año de 1998, tuve mis dudas si debía aceptar tal honor. Pensé que como yo no había nacido aquí, tal vez no debiera usurpar este privilegio a uno de los nacidos taranconeros. Pero a medida que meditaba más en ello, he considerado algunos acontecimientos de mi vida y he rememorado numerosos recuerdos desde mi infancia hasta hoy, y en su conjunto me ha parecido todo lo suficientemente transcendente y definitorio para estimar que en este lugar se ha marcado poderosamente mi existencia. Y por ello decidí hacerlo.
Mis padres nacieron ambos en Tarancón, con antepasados que se remontan siglos atrás en el tiempo circunstancias de su trabajo hicieron que, poco más o menos en la época de su matrimonio, tuvieran que emigrar por las provincias de Madrid, Albacete y Ciudad Real. Pero desde que tuve uso de razón vi que en mi casa se vivía con añoranza un intenso ambiente taranconero y se mantiene con firmeza la unión y el afecto hacia la familia. Los frecuentes viajes que realizábamos al pueblo y las visitas que d aquí recibiéramos, servían para reavivar recuerdos y reactivar y robustecer los cariños familiares. En la cabecera de la cama de mis padres había siempre, presidiendo solemne su dormitorio, un cuadro de la Virgen de Riánsares. Allá donde iban, entre sus más fieles amigos aparecían taranconeros. De tan buena enseñanza aprendí yo un comportamiento que he procurado mantener hasta hoy. Mis hijos, que tampoco han nacido aquí, participan igualmente en el amor a Tarancón, y en las reuniones familiares, o cuando se intenta halagar a un buen amigo, no suele faltar nuestro plato tradicional, el cuchifrito, que por cierto lo hago yo y no es porque esté delante, pero me sale muy rico.
Los primeros recuerdos de la vida de un niño nunca comienzan cuando ya se ha alcanzado cierto grado de madurez. Anterior a esto a todos se nos aparecen tres o cuatro recuerdos aislados, perdidos en la oscuridad de los primeros años, probablemente fruto de unos acontecimientos que nos impactaron. No saben explicar porqué, pero ahí están en la memoria. Era yo muy pequeño. Ese día cumplía los cuatro años. Ahora cierro los ojos y con toda nitidez me veo vestido con un jersey y un pantalón largo, con las manos en los bolsillos, paseando por la acera de la casa de mi abuela materna. Algún encanto debió envolverme en aquél momento, porque se me ocurrió prometerme que no se olvidaría nunca de ese día. Y así ha sido. Eso tuvo que sucederme en Tarancón, donde no vivía; otros muchos cumpleaños han pasado después sin dejar huellas notorias y la mayor parte se han perdido en el olvido.
Mi abuela materna tenía un escondite donde guardaba celosamente las magdalenas de la tía Máxima. Un primo mío que conocía el secreto aprendió a colarse por el ventanuco que daba a su dormitorio para sisarle una sola pieza cada vez a fin de que no se notase el hurto. Cuando yo venía, él me hacía cómplice de la travesura con gran gozo por mi parte. Estaban riquísimas. Y seguro que no sabían mejor por aquello de ser robadas.
Las visitas a mi abuela paterna estaban llenas de encanto. Nunca faltaban para su nieto ausente una palmerita recién hecha y una onza de chocolate. Conmigo fue una mujer muy dulce y cariñosa. No hacían falta esas meriendas para que yo la quisiese. Aunque a cualquier niño esos inocentes sobornos le ganan el corazón. Hoy que yo soy abuelo de una deliciosa nieta, practico estos mismos inocentes sobornos para incrementar el mucho amor que los dos nos tenemos.
Venía luego todos los años en verano, sobre todo en septiembre, a las Fiestas y Ferias. He sido hijo único, y cuando llegaba aquí, me salían primos por todas partes de mi larga y en general prolífica familia. ¡Ay callejón de San Roque, con su higuera y su paraíso!. Cuantos recuerdos y nostalgias. Y mi posada, siempre abierta, en la casa de mi tío Tomás, hombre bueno y generoso donde los haya. Puedo asegurar que eran esos de los día más felices de mi vida.
Empecé a conocer así mismo a otras gentes que no eran de mi familia. Entre ellas han nacido amistades que se han consolidado con el tiempo, creando sentimientos de una sincera confraternidad.
Durante todo el año esperaba ardientemente el poder venir a las Fiestas. Así era el programa de entonces. Día 7 de Septiembre, 12 de la mañana. Llegada de la Banda de música de Quintanar de la Orden dirigida por el eminente maestro D. Jesús Sierra Martínez, que venía acompañada de las comparsas de gigantes y cabezudos. En ese momento todo comenzaba y todo era alegría. En los primeros días predominaban los obligados actos de devoción a la Virgen de Riánsares de unos hijos agradecidos y reconocidos, que prácticamente en masa acudían a venerar a la Madre. Luego empezaba lo lúdico, acogido con el ansia de lo que se disfrutaba con escasez. Con tanta diversión los días se consumían rápidamente. Y llegaba el día 13, retreta y traca final, en la cual nuestro pirotécnico local Sr. Ramírez colocaba como último cohete un colosal petardo cuya explosión nos recordaba que había que volver al trabajo. Y hasta el próximo año.
Luego a luego, la banda de Quintanar dejó de venir y desde entonces lo hace, orgullosamente, nuestra Agrupación Musical Nuestra Señora de Riánsares.
Entre las fiestas lúdicas de los mejor era el baile. No era fácil bailar en aquellos tiempos. A veces sólo de año en año, y en las bodas. Aquí aprendí a moverme con las chicas al ritmo de la orquesta y al de la melodía de la animadora de turno. Un día, un 11 de Septiembre, por la tarde, en el Casino Nuevo, desde el rincón donde se refugiaban los mirones o los tímidos, alguien me comentó, ¡Mira que chica más guapa!, ¡a que no bailas con ella!. No sé si fue el aceptar un desafío o mi inexorable destino. Sí que bailé con ella. Tanto bailamos en aquellas fiestas, que aún seguimos bailando. Si digo que aquella chica era Blanca Ortega pocos la conocerán, pero si digo que era Chaty Espiga será más fácil que sepáis de quién se trata. Mi esposa. Con quien hasta ahora he compartido alegrías y pesares. Las alegrías, felizmente, las más frecuentes. Los pesares con el apoyo mutuo que da el amor sincero y con la conformidad y el coraje necesarios para empujar hacia adelante y hacia arriba. Por cierto, a punto estuve de probar el agua del caño gordo que no había recibido en el bautismo. Se dice que este agua contiene hechizos especiales y por eso hubiese sido buena la prueba. Los mozos, que se enteraron antes que yo de mi noviazgo, una noche, a la salida del cine, me reclamaron la patente. Un arruinado estudiante las más de las veces no tenía un duro en el bolsillo. Esa noche era una de ellas. Me ví en el caño recibiendo un tardío bautismo de confirmación. Pero no pasó nada. Pronto se subsanó el problema como se pudo. Se pagó lo que había que pagar, la moza la valía y se cumplió como era debido.
Después, casado y con residencia en Madrid, mi segunda vivienda ha sido desde entonces Tarancón. Por mi profesión de Médico he tratado siempre de escuchar y atender como se merecían a cuantos paisanos acudieron a solicitar algo de mí. Si conseguí orientarles y resolver su problema me vale con la satisfacción de haberlo hecho. Si no, desde aquí les pido mis disculpas.
Os he contados todo esto porque he querido exponeros mis credenciales de Taranconero, orgulloso de serlo y de que se reconozca. Dice el poeta Antonio Machado.
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más.
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Ya habéis visto cómo mis pasos se han cruzado muchas veces con los vuestros y juntos los hemos entretejido en el mismo lugar. En Tarancón.
De aquí en adelante Dios dirá. No se puede ni prever, ni dominar el futuro. Pero lo que sí sé es donde deseo que se acabe el camino de mi existencia. Será en esa atalaya muda que se asoma a la Hontanilla y desde la que se domina un valle de lejanos horizontes. Camposanto donde han acabado las vidas de innumerables antepasados nuestros y donde duermen sus historias íntimas. Tengo allí muchos parientes más o menos cercanos. Pero sobre todo me esperan juntos en su pequeña morada, mis dos raíces básicas, mi padre y mi madre, y una rama desgajada, mi hija, que rompiendo el orden natural de la vida se me fue precozmente. Cuando lo determine mi destino me reuniré con ellos en el silencio, a la búsqueda del ignoto y profundo misterio de lo infinito.
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Creo yo que Tarancón ha alcanzado el desarrollo que actualmente tiene en función de dos hechos fundamentales. Primero, ha tenido el privilegio de estar siempre situado en el estratégico cruce de unos caminos que comunicaban entre sí ciudades importantes. Y segundo, esta privilegiada situación atrajo a gentes de distintas razas, cada una de las cuales aportó sus conocimientos y sus costumbres. De esta diversidad surgió una convivencia variopinta de agricultores, hortelanos, pastores, gestores, soldados, comerciantes, artesanos y religiosos, que, integrándose entre sí, crearon un pueblo que fue capaz de imprimir un crecimiento mayor y más sostenido que el de los pueblos que le rodeaban. Porque en la carrera de la historia otras ciudades de nuestro entorno surgieron antes. Pero luego Tarancón realizó su remontada y hoy es una de las tres ciudades más importantes en el camino de Madrid a Valencia, y la cabeza de partido judicial de mayor número de habitantes de la provincia de Cuenca.
Poco a poco sucedió así. Nació Tarancón, según la tradición, en tiempo de los romanos, que conquistaron la Península Ibérica y la gobernaron durante más de siete siglos. Había entonces por la Alcarria y por La Mancha una serie de aldeas y de pequeñas ciudades, muy dispersas, habitadas principalmente por Celtíberos y Carpetanos. Los romanos, que llegaron a conquistar un inmenso imperio alrededor del Mediterráneo, habitado por más de 50 millones de personas, trajeron una cultura y un modo de gobernar, tan adelantados y tan modernos, que sus influencias aún impregnan nuestras vidas. Enseñaron esta cultura a los pueblos conquistados. Entre otras obras engrandecieron o fundaron muchas ciudades por todo su vasto imperio. Y lo que fue transcendental, construyeron una gran red de comunicaciones y las pusieron en contacto a todas entre sí. Fueron calzadas romanas. Se decía con verdad que todos los caminos conducían a Roma. Esto facilitó el paso de sus legiones. Y, sobre todo, lo que es muy importante, propiciaron el intercambio de productos y manufacturas; con ello potenciaron el comercio, cuyos principales polos de mayor desarrollo coincidían muchas veces en los cruces de caminos.
En nuestro entorno fundaron Ercávica, Valeria y Segóbriga. Y desde los alrededores de Segóbriga surgió una encrucijada de caminos que conducían a lo que hoy son Toledo, Alcalá de Henares, Sigüenza, Cartagena y Sagunto. En esta encrucijada de caminos aparecieron con el tiempo dos asentamientos humanos, Riánsares y Tarancón.
Durante la dominación romana el cristianismo, que se había extendido imparable por todo el imperio, fue como sabéis perseguido, hasta que el emperador Constantino proclamó su conversión y desde entonces somos legar y oficialmente cristianos.
Luego el imperio romano decae y es invalido por los bárbaros del norte. A España la conquistan los visigodos que reinan durante 3 siglos. Los visigodos eran cristianos, pero pertenecían a la herejía arriana, la cual tenía en menor estimación a la Virgen. Cuando Recaredo se convierte al catolicismo enaltece su figura, y tomó una decisión que se convirtió en Estrella de nuestro destino. Fundó un convento de monjas en Riánsares y entronizó una imagen de Nuestra Señora, que se llamó desde entonces Virgen de Riánsares. Tal vez lo hizo, porque en aquel cruce de caminos quiso poner un faro espiritual donde los caminantes la venerasen.
Más tarde los musulmanes nos invaden y, en pocos años, llegaron hasta el norte, donde son derrotados por D. Pelayo en la batalla de Covadonga. Allí comienza una larga Reconquista de 7 siglos de duración, hasta la toma de Granada. Por nuestra región esta reconquista se hizo durante el siglo XII. Debemos a los árabes la traída de las aguas y la construcción del Caño Gordo y del Caño Chico.
Así pues hemos visto como durante el primer milenio y comienzos del segundo se va forjando nuestra raza. Es el resultado de la mezcla de muchos pueblos. Tribus prerromanas, romanos y visigodos se integraron primero formando el núcleo de los “cristianos viejos”. Llegan luego los musulmanes, y los judíos, que tras ser expulsados de Jerusalén se extendieron por todo el mundo. Algunos de estos musulmanes y judíos se convirtieron al catolicismo, y añadieron, como “cristianos nuevos”, sus costumbres y conocimientos al fortalecimiento genético de la raza común resultante. Por otra parte, en el extraordinario libro que sobre Tarancón ha escrito D. Dimas Pérez Ramírez, y donde se cuenta todo, o casi todo, aparecen una serie de apellidos de aquellos primeros tiempos. Son estos los Alvarado, Bustamante, Cano, Cárdenas, Parada, Pascual, Velasco, etc. De ellos, los Cano pudieron ser originarios de Guadalajara, Toledo y Cuenca. Pero la mayor parte de los otros proceden de la repoblación que de nuestras tierras hicieron gentes venidas del norte: gallegos, asturianos, cántabros, vascos, navarros y castellanos. De todo este maridaje polivalente surgieron las gentes de nuestro pueblo, gentes recias y orgullosas, tenaces y hospitalarias, que han conducido Tarancón al estimable desarrollo de nuestros días.
Esto que voy a leer ahora son algunos daos que he entresacado de su historia más reciente.
Tarancón perteneció en principio a Uclés, como aldea dependiente de su jurisdicción. Pronto se fraguó una rivalidad secular y creciente entre ambos pueblos dada la importancia que paulatinamente adquiríamos. Hasta que en el año de 1537, y por voluntad del Emperador Carlos V, Tarancón se convierte en Vila, porque en su crecimiento había alcanzado ya más de 400 vecinos. Desde entonces sus alcaldes tenían los mismos poderes que lo de Uclés. Solo rendían causas mayores en la jurisdicción de Ocaña, que era entonces la capital de la provincia. Luego, Felipe II confirmó definitivamente este privilegio de Villazgo en 1590.
Un año más tarde, en 1591, y en información obtenida del Censo de la Corona de Castilla, consta ya que Tarancón tiene los siguientes datos de población.
Nº. de vecinos 846 equivalente a 3.800 habitantes.
De ellos eran:
  • Pecheros: 778.
Digamos para entendernos, artesanos y labriegos en general
  • Hidalgos: 51.
Los que habían conseguido cierto grado de nobleza.
  • Clérigos. 17.
Llama la atención la cantidad de hidalgos, nada menos que 51. Por entonces, enla valoración de un pueblos, era muy importante la cantidad de hidalgos que tenían. Y sólo tenían más que Tarancón en toda la provincia, Ocaña, que como capital estaba en todo su esplendor, y Corral de Almaguer, que tenía el doble de habitantes, pero proporcionalmente les ganábamos.
El nombramiento de hidalgo se hacía por méritos contraídos. Entre ellos estaba el de aquellos que tenían 11 o más hijos vivos, de los cuales 8 eran varones. O bien 7 hijos varones consecutivos. El humor del pueblo, en el que nunca faltó la agudeza y el ingenio, en base a estos acreditados méritos procreadores, les llamó con sorna y picardía, “hidalgos de bragueta”. Pero bromas aparte era un gran mérito en aquellos tiempos tener y mantener tantos hijos vivos. Pienso yo, que de aquellos 51, en un pueblo como el nuestro, de hombres valientes, mujeres guapas y madres abnegadas, más de uno habría.
Y andando el tiempo, no un hidalgo, sino un Duque tuvimos. Un apuesto taranconero, que con el mérito de su figura y su afabilidad, sedujo a una Reina, despertando en ella tal pasión, que rompiendo todos los convencionalismos se casó con él a los tres meses de haber muerto el Rey. Dios bendijo a la pareja con ocho hijos. Fue un hombre entregado a la vida familiar y a la protección de artistas. Embelleció su pueblo. Se apartó cuanto pudo de la política, pero alguno de sus hijos, como hermanos de madre que eran de la Reina Isabel II y de la Infanta Luisa Fernanda, emparentaron con príncipes y grandes de la nobleza europea.
Más tarde, en el diccionario de Madoz, publicado entre los años de 1845-1850 aparecen nuevos datos de Tarancón en los que ya se aprecia un notorio progreso y se evidencia claramente su destino de pueblo comerciante e industrial.
Estaba habitado por 4.375 almas.
En agricultura, nuestros campesinos luchando muchas veces esfuerzo llegaron a obtener cosechas excedentarias, que permitieron el autoabastecimiento del pueblo, y con el sobrante crear el primitivo núcleo comercial de Tarancón.
En comercio, se vendía grano y vino, y se importaban otros artículos de primera necesidad, como arroz y bacalao, todos los cuales se llevaban a su mercado que se celebraba los jueves de cada semana y al que concurrían todos los pueblos inmediatos. Se llevaba también a la Corte el grano y, de manera especial el vino, donde era muy apreciado por su buena calidad.
En el capítulo de servicios aparecen 5 posada y 1 parador muy estimado, en el que se disfrutaban todas las comodidades. Había también todos los oficios indispensables, 1 oficina de correos, que era la principal de la provincia, 1 hospital, y 1 escuela para niños y 1 para niñas.
En la industria se contaban, aparte de las necesarias bodegas para elaborar y almacenar el vino con 11 molinos de aceite, 1 máquina de presión para aceite, 1 molino de viento, 11 hornos, 1 tahona y 47 telares.
Desde entonces hasta ahora la población de Tarancón se ha triplicado, sobre todos su crecimientos ha sido espectacular en la segunda mitad de nuestro siglo y su desarrollo, en concordancia con el que han seguido la vida y la sociedad en nuestro país, ha sido vertiginoso. Sus resultados, no hace falta describirlos, están obviamente a la vista de todos nosotros.
Permitidme finalmente que haga un canto de fe y de esperanza en Tarancón y su futuro. Estamos ante el comienzo de un nuevo milenio, que ha de traernos beneficios al estar nuestro país dentro de la Unión Europea, y de su unificación monetaria. Esto nos conducirá a la necesidad de afrontar distintas y más complejas competencias. Es un reto difícil, pero apasionante. Yo creo en Tarancón y en su destino. Gozamos de las mismas buenas condiciones que le han elevado en la historia. Seguimos emplazados en la misma y beneficiosa encrucijada de caminos; las carreteras actuales siguen casi idénticos itinerarios a aquellas que trazaron los romanos y que nos convirtieron en lugar de privilegio. Y creo en los Taranconeros, que no temen al trabajo y al desafío. Tenemos que adecuarnos a los tiempos presentes, con inteligencia, que agudiza el ingenio en la visión del mejor proyecto, con fortaleza, para vencer y derribar obstáculos, con esperanza, que estimula las ilusiones, y con una gran fe en nosotros mismos. Se dice que la historia es maestra de la vida. Y también se dice que un pueblo es más noble cuando se siente orgulloso de los hechos de sus mayores. Pues vamos a aprender de nuestros antepasados. Y a no defraudarlos. Yo estoy seguro que vamos a hacer un Tarancón mucho más grande y mucho más próspero, del que nosotros también nos sintamos luego orgullosos, desde el más allá, ante las generaciones que nos sucedan.
Taranconeros, que todos nuestros Santos, San Víctor y Santa Corona, Santa Águeda y San Blas, San Roque, San Isidro, San Juan y Santa Quiteria, bajo el manto acogedor y el infinito Amor de Madre de nuestra Virgen que interceda ante el Altísimo su favor. Ella no nos lo va a negar y, con tan estimable recomendación, allá se andará y lo conseguiremos.
Pero ahora estamos en nuestras tradicionales Fiestas y Ferias, y estos días no son tiempos de agobios ni de problemas. Son, por el contrario, momentos de evasión y de goce, y de pensar sólo y exclusivamente en disfrutar del merecido y bien ganado descanso. A ello nos ayudarán como incansables abanderados nuestras numerosas peñas. Bajo las luminarias que engalanan y embellecen Tarancón, entre el bullicio de atracciones y festejos, y también bajo esas otras luminarias de alegría, mucho más importantes porque brotan de nuestros corazones, que desean desbordarse limpiamente, disfrutad y divertíos.
Disfrutad a tope, como ahora se dice.
Así os lo deseo, con un fuerte abrazo.

JOSÉ DOMINGUEZ GARCÍA DE LA PLAZA
Artículo que se puede encontrar en el Programa de Fiestas Patronales de Tarancón
Año 1999

martes, 19 de julio de 2016

LA HERÁLDICA DE NUESTRA CIUDAD TARANCÓN, Y SUS DISTINTOS AVATARES

LA HERÁLDICA DE NUESTRA CIUDAD TARANCÓN, Y SUS DISTINTOS AVATARES



 A la memoria de “nuestra Reina Taranconera” Dña. María Cristina de Borbón, que con la traída de nobles, con sus blasones, consiguió hacernos “Corte Manchega”, donde se celebraban grandes bailes fastuosos y otros, todavía no reconocidos. El autor. Para los legos en el tema, copio del Diccionario de la Lengua Española; Heráldica: “El escudo de armas, es la pieza heráldica más importante, por cuanto forma el campo donde se representan las figuras o blasones de un reino, ciudad, o familia”. En el anterior corto texto, hemos leído, las tres denominaciones utilizables para representar la susodicha: Heráldica; escudo y blasón, como veis pueden usarse indistintamente y siempre se hace de forma correcta.
Servidor, con este artículo, intentará salir lo más airosamente posible, de “aquello” que nos debe importar y ¡mucho!, sobre todo al nacido/a y bautizado/a, con “agua del Caño Gordo”, incluso mucho emigrante (yo también lo soy) que se integraron totalmente entre ls oriundos, echando raíces.
La primera noticia gráfica, que tenemos de nuestro escudo, se la debemos al reverendo Sr. Cura Párroco, Dr. Barra (?), Ver dibujo número 1, está hecho toscamente, como vulgar apunte de dibujo, se supone que para hacer otro mejor, asimétrico, así como la lectura Tarancón; en los símbolos de los Patronos, por aquel entonces San Víctor y Sta. Corona aunque si están puestos en su lugar correcto, éste último es lo menos parecido al que correspondería: Corona; en la puerta del Castillo un borroso trazo negro, se supone que representando al Trancón (?) todos estos fallos pudieran deberse al desconocimiento del dibujo por parte del autor, aunque hay que agradecerle eternamente su loable propósito imperecedero que nos legó, para las próximas generaciones, por tanto, ¡Ahí está!, con su pionerismo heráldico.

La representación “mutilada” (espero no haber cometido una irreverencia con ello) de los números 2 y 4, de los dos cuadros de nuestra Patrona de Riánsares, libro; Santuario Mariano en los confines de La Mancha, del Ilmo. Dimas Pérez Ramírez nos presentan el escudo, con el añadido de la Cruz-Espada de Santiago, patrón de España, Orden del mismo, de la cual era nuestra dependencia; un tanto oscurecido el 2, sin su punta de espada, en ambos aparecen por Primera vez los Ansares, aves palmípedas, semiacuáticas, os desde ese mismo instante, históricos e imprescindibles, y que debieron bautizar, con el añadido de la RI, de la primera sílaba río, ¿pudo ser así?, nada menos que al “aprendiz de río”, tanto Madoz, como Ponz, así lo nombran, en sus inolvidables y amenos escritos, por su escaso caudal, sobre todo en época estival, con el de Riánsares, así como Nuestra Excelsa Patrona y posterior adopción de los Primeros Duques de Riánsares, “Reina Taranconera” Dña. María Cristina de Borbón y Borbón y Don Fernando Muñoz Sánchez, preclaro hijo de la entonces ya Villa, y la de miles de taranconeras bautizadas hasta hoy.

El número 3, sobre peana del cuadro de la Virgen rehabilitación total de la Cruz de Santiago, añadiendo su punta de espada, en todos ellos sin más lectura que Tarancón, el Trancón, aparece en el arco de arriba/abajo, de izquierda/derecha, visto de frente.
Origen de historia, tendríamos que retrotraernos al libro de Félix Manuel Martínez Fronce “Introducción al Tarancón Primero” y época de la España Tarraconense como celtíberos, si es que éstos en su ocupación conquense, llegaron hasta aquí, Dimas Pérez, escribe en su Tarancón en la Historia, página 111; Fue en lo antiguo Aldea de Uclés, y dicen unos se llamó Taraco, otros Trancón, (¿es por ello ese actual nombre?)… hasta que en el año 1537, el día 26 de noviembre, el Señor Carlos V la hizo Villa, estando la Corte en Valladolid. Pasaron más de ¡Tres Siglos! Desde que nuestro Emperador Carlos I de España y V de Alemania, nos concedió el Honor y Privilegio del título de Villazgo (el pasado año 2000 se cumplió el 5º Centenario de su nacimiento, en Gante) el original, en pergamino, (un mini tesoro) se conservaba en el Archivo Municipal, pero desapareció (como tantísimas cosas de valor histórico) durante la Guerra Civil Española, 1936-1939.

Del número 5, no he podido encontrar datación más o menos exacta, aparece en un cuadro de Nuestro Patrona, pero muy difuso, he tenido que rehacerlo totalmente, incluyendo la palabra Villa, en su exacto lugar, es el primero, en el que aparee la zona o espacio que se supone el Río, sin ánsares todavía, al pie del Castillo, de igual modo el Trancón, si sitúa de derecha a izquierda, en los cuatro primeros, los espacios del cielo encima del castillo, ¡lógico!, el 1 y 3, están con fondo blanco, 2 y 4, algo oscurecidos. Estos cinco primero guardan cierta cronología, el resto son acronológicos, en razón de su dibujo o aprovechamiento de espacio.

Dichoso número 6, me dio mucho que pensar y no he tenido más remedio que ser crítico y “mojarme”, pues todo él, está hecho de un cúmulo de despropósitos, veamos; Está en el reverso, ¡menos mal!, del magnífico-extraordinario, estandarte de la Hermandad de Nuestra Patrona de Riánsares, en su anverso, el que nos ocupa; en óvalo, sobre fondo azul, simula un mini-pergamino, raro por demasiado irregular; superpuesta la Cruz-Espada de Santiago, más bien puñal, por su escasa longitud, desde su empuñadura al final en punta; la lectura se cambia graciosamente el Ilustre por Noble, este clásico desde sus inicios, aunque quiera decir lo mismo, los laterales de la cruz, nunca han sido mayores que el superior; como mucho iguales; los Víctor y Corona, están invertidos; el Castillo, tiene doble fila de piedras en su arco, ¡único!; las almenas (¿romanas?) están incompletas, faltas de piedra sobre el arco y el Trancón, madera, ¿descansa?, sobre el agua del río, está de color marrón, por lo que no guarece la puerta, directivos de la Hermandad (de la que tengo el honor de pertenecer, junto a mi familia) en cuanto tengáis un “hueco físico y económico”, reparad este “completísimo desaguisado”, en bien de la “colectividad riansareña” y el de nuestra ciudad, buscando un buen dibujante calcador, pues “todo está hecho” y bien hecho, desde largos siglos. 
Número 7, el escudo sobre el pergamino, le da “más aire de nobleza”, de la que ya posee en su lectura-visión, no hubiera estado de más, colorear del que les corresponde, la puerta y el río, incluyendo ánsares.











Números 8, 9 y 10, los dos primeros de la inolvidable revista Malena, el último de un programa de Fiestas y Ferias, ¡hizo tantísimos!, son del ínclito e igualmente inolvidable Emiliano Lozano “Loza” (no tengo la suerte de tener ningún cuadro suyo, para donarlo al futuro museo, animarse los que los tengáis). El último demuestra su gran dominio como geómetra y de la pintura en toda su amplitud, y no me creo capaz de hacer crítica alguna, pues “todos” tiene su “aquel”.












Número 11: por el motivo para el que fue hecho, está muy bien logrado, fuimos, y creo que aún lo somos, una buena zona vitivinícola, y la mano “haciendo el mosto”; así lo demuestra, servidor hubiera respetado la clásica lectura, acomodando en la parte inferior “PEÑA EL MOSTO”.


Número 12: Entrañable y nostálgico, para mí, pues fue creación del que esto escribe, con la colaboración del polifacético deportista Eusebio Fraile Ruiz, al crearse el Club que indica la leyenda, su sencillez y los Aros Olímpicos lo dicen todo, año de 1956.


Número 13: Este es otro Loza, lo elegí, entre un sinfín de ellos, para mi libro sobre: Los Practicantes y A.T.S.; D.U.E, Matronas Taranconeros, pues creo que es el más logrado, de cuantos existen, me explico: La Cruz-Espada de Santiago, la veo armoniosa; la superposición sobre ella del “cuerpo escudo” genial; la lectura en letras blancas, nítida; fondos azulados, igual al cielo y el agua de nuestro río, sobre ésta tres ánsares, quizás no muy visibles, aunque parte importante de Nuestra Historia; el Castillo-Castillo; la puerta y el trancón, impecable y el Víctor y Corona en “su lugar”.

Número 14 y 15: He confeccionado, el que creo debe ser el último escudo “creación taranconera”, respetando cuantos textos existen al respecto; continente y contenido clásicos; lectura actual, nos fue concedido el título de CIUDAD en el año 1921; el cielo azul celeste, algo vivo; el río azul claro, el agua como todos sabéis es incolora; los ANSARES, blancos; tienen algún toque de gris claro, con pico amarillo; Víctor y Corona en su lugar y color; Castillo, puerta y trancón, con tono apropiado. El 15 duplicado del 14, pero con un IMPORTANTÍSIMO AÑADIDO, sobre el inicio de la Cruz-Espada y encima de CIUDAD, CORONA REAL, somos una MONARQUÍA CONSTITUCIONAL Y nuestro JEFE DE ESTADO,  es el actual REY DE ESPAÑA, DON JUAN CARLOS I, de Borbón, cuyos ancestros, Reina Doña María Cristina de Borbón, que tanto tiene que ver con “nuestra historia taranconera”. Anecdóticamente, los Reyes de España, nos concedieron el HONOR, de visitarnos y departir, con las gentes de cualquier clase social, durante varias horas, el año 1977, del que no conozco, exista placa alguna que perpetúe tan histórica visita, aunque sí testimonio escrito, en el LIBRO DE HONOR de la ciudad.


Número 16: Existían por aquel entonces, cuatro órdenes militares españolas: Santiago; Alcántara; Calatrava y Montesa. La primera y “nuestra” Orden de Santiago, fue fundada en 1170, ésta pasó a Castila, gobernando el rey Alfonso VIII, éste entregó la Orden a la Villa de Uclés; del por qué de nuestra dependencia, como villorrio de ésta. El emblema de la que nos ocupa, lo adoptó aquélla, dándole el nombre de; Cruz Espada de Santiago, puesto que éste, Santo y Patrón de España, era el ARMA, que utilizaba para combatir contra el enemigo.





Julián Martínez Fronce

Artículo que se encuentra reflejado en el Programa de las Fiestas Patronales 
Año 2001

PREGON DE FIESTAS 1997

PREGON DE FIESTAS 1997



PERMITIDME que este pregón no lo empiece como debería empezarse un pregón de fiestas, saludando al Ilustrísimo Señor Alcalde, a la Corporación Municipal, a las Autoridades, a la Reina y Damas de Honor, a todos vosotros y a los taranconeros y taranconeras todos, diciendo: ¡Alegraos, estamos de fiesta!
Eso sería lo lógico, lo normal, pero para nosotros, unos porque sois taranconeros de pura cepa, otros que, aunque no hemos sido bautizados con el agua del Caño Gordo, llevamos sangre taranconera en nuestras venas, y otros muchos, los que, por circunstancias de la vida, habéis venido a vivir a la noble ciudad de Tarancón y en ella os sentís como en vuestra propia casa , el pregón de las fiestas tiene que dirigirse, en primer lugar, ala que es nuestra Madre y en cuyo honor vamos a vivir estos días de forma especial. Me refiero, lo sabéis muy bien, a nuestra Señora, la Virgen de Riánsares, a la que desde este estrado, y en nombre de todos vosotros, le pido que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, que nos cobije bajo su manto, para que estos días, estas fiestas, sean días de paz, de felicidad, de alegría, de hermandad, días en los que desaparezcan las envidias, las rencillas y, si los hubiera, los odios: días en los que a la Virgen le repitamos muchas veces que siempre, también en medio de la diversión de estas fiestas, nos muestre a Jesús, Fruto bendito de su vientre, para que nunca nos olvidemos de Él.
Ahora sí, después de haber vuelto nuestra mirada a la Señora, o mejor, a la Madre ¡qué palabra tan hermosa y, más si con ella nos referimos a la Virgen!, puedo deciros con todas las fuerzas de mi voz, una voz que no sale de la garganta sino de lo más hondo del corazón: ¡Taranconeras, taranconeros, Alegraos, estamos de fiesta!.
Hablar a Tarancón de sus Fiestas debería hacerlo alguien que las conociera bien, que tuviera una bella prosa o unos cadenciosos versos, que fuera capaz de inflamaros hasta tal punto que salierais de aquí saltando, lo diré mejor con una palabra taranconera, “galopeando” de alegría y, sin embargo, aquí me tenéis a mí que nada de eso se me da bien, me tenéis, exclusivamente, por amabilidad de vuestro Ayuntamiento y de la Comisión de Fiestas.
Estoy entre vosotros sin más títulos que el aprecio que siempre me ha demostrado este noble pueblo, afecto al que, odéis estar seguros., siempre he procurado corresponder y el orgullo de estar entre los míos, sí, lo digo con orgullo, entre los míos, ya que es taranconera, desde tiempo inmemorial, la sangre que corre por mis venas.
Hablar a Tarancón de sus Fiestas, os decía, tendría que hacerle alguien que las conociera bien, no este cura que ¡Dios sabe cuántos años hace que no empiezo las fiestas el quince de agosto viniendo con la imagen de la virgen desde la Ermita a la Iglesia parroquial!. En esa procesión más de una vez me tocó dirigir el Rosario cantado, por cierto, cuando se estaba acabando el quinto misterio, y aún faltaba mucho para llegar a la Iglesia, le preguntaba a D. José María: Y ahora ¿qué cantamos?. El respondía siempre por lo bajo: Sigue con el Rosario. Así, el quinto misterio, en vez de diez Avemarías, tenía cincuenta, sesenta, cien…., todas las que hicieran falta, acompañadas por el tañer festivo de las campanas de nuestra torre, la majestuosa Giralda manchega, hasta que llegábamos a la cuesta de las cuevas, donde el gentío ya era tal, y los Vítores a María Santísima de Riánsares tan clamorosos y continuos, que no había posibilidad de canto alguno.
Dios sabe también cuántos años hace que no paso bajo el Arco de la Malena para participar en la solemnísima novena de la Virgen; ni acompaño en la procesión su imagen, deslumbrante de luz: ni me sobrecoge la Salve gregoriana cantada por las Misioneras, cuando éstas tenían aquí su Convento, y la Carroza de la virgen se detenía ante las rejas de sus ventanas; ni me recorre un temblor por todo el cuerpo cuando la Víspera de su Fiesta oía la Gran Salve de Eslava y el Himno que nos habla de Recaredo, rey primero de este nombre, que tajo la imagen desde Toledo.
He sentido una gran alegría al saber que este Himno, olvidado durante años, ha vuelto a ser cantado y que, como el humo del incienso, sube desde vuestros corazones hasta el trono de la Virgen. Tengo que felicitaros, siento la necesidad irreprimible de daros la enhorabuena, porque habéis recuperado una costumbre, una tradición de vuestros mayores, y la habéis sabido hacer vuestra para trasmitírsela a las nuevas generaciones.
También hace muchos años que no corro ante la “vaquilla enmaromá”: ni tengo que dar brincos que no me quemen los pies las chisporroteantes carretillas que suelta el “torillo de fuego”; ni me lo paso en grande embistiendo con el coche de choquetones a los que en otros coches circulaban por la pista; ni me lleno los bolsillos de pipas, cogidas en el camarón de la casa de mi abuelo, para comerlas en el cine Rey o en el Alcázar mientras disfrutaba con las películas de Ken Maynard y su caballo Tarzán; ni bajo a la plaza para escuchar la música que la Banda tocaba en el Kiosco; ni me sumo a los gritos de admiración cuando en la eras de la “Mora Encantada” los fuegos artificiales estallaban en un blanco como el albayalde; ni oigo citarse a los mozos y a las mozas para participar –a mi nunca me dejaron porque era niño- en el “galopeo final de fiesta”, galopeo que comenzaba en la Tejera, cuando en la Tejera no había casas porque estaba a las afueras del pueblo, cuando en la Tejera se hacían ladrillos y tejas, y acababa de madrugada, con los últimos compases de la música, normalmente un pasodoble, en la Plaza, ante el Ayuntamiento.
¡Cuántos recuerdos!, pero no penséis que soy de los que dicen que el tiempo pasado fue mejor, el tiempo mejor es el que tenemos, porque el que pasó, pasó, el que vendrá, no sabemos si vamos a disfrutar de él, el que tenemos es el único que podemos aprovechar para mejorar en todo lo que tenemos es el único que podemos aprovechar para mejorar en todo.
El que tenemos es el que nos abre las puertas al año 2000, estamos en el umbral del tercer milenio, milenio que todos deseamos sea mejor que el final del siglo XX, en el que, en algunos lugares continúan las guerras fratricidas y en otros, la miseria, la enfermedad y el hambre hacen estragos. Siglo XX que ha padecido dos guerras mundiales.
Los hombres, si queremos, podemos cambiar ese panorama, a ello nos invita a todos, especialmente a los cristianos, el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Tertio millennio adveniente”. Podemos cambiar ese panorama sí cada uno de nosotros somos fieles en el cumplimiento de nuestros deberes, en casa, en el trabajo, como cristianos. Estos días de fiesta en honor de la Virgen tienen que hacernos pensar que cada uno de nosotros podemos hacer que el mundo cambie.
Recordad aquel dicho castellano “Seamos tú y yo buenos y habrá dos pillos menos”. Si todos y cada uno de nosotros nos esforzáramos en cambiar, en mejorar, en ser menos “pillos” ¿no estaríamos haciendo un Tarancón mejor?.
¡Qué cambio tan radical en el mundo si los hombres, superados los egoísmos, nos esforzáramos en ese cambio1.
A las puertas del año 2.000 no podemos permanecer como si nada pasara, como si todo tuviera que seguir igual. No estamos solos en esa empresa; en ese trabajo tenemos, somos cristianos, la gracia de Dios, la presencia de Cristo que nos ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y la protección maternal de la Virgen, a la que nosotros veneramos con el título de Riánsares.
Perdonadme esta digestión, más homilética que pregonera, lo reconozco, pero aunque he dicho que tenemos que cambiar, también, y en honor a la verdad, tengo que reconocer: ¡Cuánto, y para bien, ha cambiado y sigue cambiando Tarancón desde aquellos años de mi infancia!. Al menos, esa es la impresión que yo recibo en las frecuentes aunque meteóricas visitas que venga a hacer a mi familia.
Seguro que hoy las fiestas también han cambiado y para mejor, hoy hay más medios, hay más gente, hay también, y como entonces, muchas ganas de pasarlo bien.
Y ahora que hablo de pasarlo bien. Había en Tarancón algunos personajes curiosos que, por unas razones o por otras, nos alegraban, nos hacían pasarlo bien. Permitidme que recuerde a alguno. ¿Habéis oído hablar del “tío Línea”?. Era un hombre mayor, bonachón, simpático, alegre, siempre con su gorra calada, que hablaba en verso, al menos eso decía la gente, y aunque no era en verso, sin embargo hay que decir en su honor, que repentizaba unos pareados que tenían mucha gracia, a esto le llamábamos “los chistes del tío Línea”.
Recuerdo un día en que unos jóvenes, mozos se decía entonces, estaban en la esquina de Zapatería con Melchor Cano, uno de ellos tenía unos dientes tan grandes que se le salían de la boca, pasó por allí el “tío Línea” y el mozo de los dientes le gritó: “Tío Línea échenos usted un chiste”
Se volvió el tío Línea a ellos, y sin pensarlo, como si hubiera esperado que se le pidiera el chiste, dijo con voz muy solemne. “Por ser tan dientón eres el más feo de toda la reunión”.
Todavía recuerdo las risas estruendosas de los otros mozos y cómo los chavales, perseguidos por el de los dientes, tuvimos que poner pies en polvorosa mientras gritábamos: “Dientón, dientón, dientón”.
Muchos otros personajes podríamos traer a la memoria: Abundio, que salía detrás de nosotros amenazándonos cuando, a la puerta de la tienda en la que vendía imágenes de santos, le gritábamos, y no sé por qué: Abundio sin bastón, levita yesca. Esteba, hombre serio donde los haya, pero que cuando bebía un vaso de más, cosa bastante frecuente, la seriedad se le trocaba en guasa, se reía hasta de su sombra y le tomaba el pelo a todo el que se le pusiera por delante. Sería demasiado prolijo contar alguna de sus guasas, bástenos dcir que era de los que se dice: Tiene buen vino.
Estos son algunos de muchos personajes curiosos que ha tenido Tarancón, pero Tarancón también ha dado grandes hombres, en las ciencias, en las letras y en la milicia, algunos de los cuales viven entre nosotros, por no dejarme en el tintero a ninguno de éstos, quiero recordar sólo a dos de tiempo pasado: Don Fernando Muñoz, Primer Duque de Riánsares, quien, según dejó escrito el abogado y gran taranconero, D. Manuel de la Ossa, era “el hijo guapote de la estanque de Tarancón”, y que contrajo matrimonio con la Reina Regente María Cristina, ante el sacerdote D. Marcos Aniano, a quien Tarancón tiene dedicada una calle.
Melchor Cano, del que no resisto a contar un sucedido que puede, o mejor, que debe ser ejemplo para todos los nacidos y los no nacidos aquí, pero que llevamos a Tarancón en nuestra alma: Se celebraba el concilio de Trento, Melchor Cano era uno de los teólogos que tenían que intervenir. Cuando le tocó el turno de hablar, subió al estrado y expuso una doctrina preciosa, pero expresándose en un latín muy malo, tan malo, que hizo exclamar a uno de los Obispos asistentes: ¡Qué cosas tan bellas pero qué mal dichas!.
Aquellas palabras debieron herirle a Melchor Cano en su amor propio y, vuelto a España, después de la primera sesión del Concilio, en vez de profundizar en el estudio de la Teología, que era lo suyo, se dedicó a estudiar latín, y tan a fondo lo hizo que, tras su intervención en la siguiente sesión del Concilio, aquel Obispo de antaño no tuvo más remedio que exclamar, ¡Qué cosas tan maravillosas y que bellamente dichas!.
En pocos meses, gracias a su esfuerzo, a su tesón, a su fuerza de voluntad, de hablar un latín macarrónico, había pasado a hablar un latín ciceroniano.
¡Taranconeras, taranconeros!. Melchor Cano es un ejemplo a seguir. Esa fuerza de voluntad, ese tesón, es el que habéis de poner todos y cada uno de vosotros para que Tarancón sea lo que todos deseáis, lo que todos queréis, lo que deseamos y queremos los que, sin ser d aquí o sin vivir aquí, llevamos, sin embargo, en nuestro corazón el amor a este pueblo y, en nuestro pecho, la medalla de Riánsares.
¡Taranconeras, taranconeros!, manos a la obra, tenéis ante vosotros un futuro esperanzador, dejad a vuestros hijos, mejorado por vuestros padres, así seréis dignos de vuestros antepasados.
Y para concluir, un recuerdo, un agradecimiento, un deseo, una enhorabuena, un ofrecimiento y una oración.
Mi recuerdo para todos aquellos que, sin duda con más méritos, mayor conocimiento de causa y, por supuesto, con mejor prosa y mayor profundidad en los contenidos de sus pregones, me han precedido en esta tribuna.
Mi agradecimiento a ti, amigo Antonio, Alcalde de este pueblo que considero mío, a la Corporación municipal y la Comisión de Fiestas por invitarme a este acto y, ¡cómo no!, a todos vosotros por vuestra presencia en este pregón.
Mi deseo, que disfrutéis de estas fiestas haciendo de ellas, como os decía al principio, días de paz, de felicidad, de alegría y de hermandad.
Mi enhorabuena a los que habéis elegido a la Reina y Damas de honor como símbolo de la belleza, de la gracia y de la donosura de la mujer taranconera. Enhorabuena también a vosotras que, en vuestro ser y en vuestro comportar, habéis de haceros dignas del galardón con el que habéis sido distinguidas.
Mi ofrecimiento, de mí mismo a todos vosotros, si en algún momento, bien como José Luis Domínguez, hijo de los taranconeros Lorenzo y Concepción, bien como Canciller del Arzobispado de Madrid, pudiera seros de alguna ayuda.
Mi oración, una oración que brota del alma, una oración por todos nosotros, dirigida a la que es y tiene que ser para todos la verdadera Reina, no sólo en las Fiestas, sino en toda nuestra vida, y qué mejor oración que el estribillo de ese Himno del que antes hablaba y que, cantado por todo el pueblo, ha vuelto a resonar, como lo ha hecho durante siglos, bajo las bóvedas de la Iglesia: ¡Virgen de Riánsares pura, ruega por tu Tarancón.

JOSÉ LUIS DOMINGUEZ RUIZ
Artículo que se puede encontrar en el Programa de Fiestas Patronales año 1998